lunes, 29 de noviembre de 2010

Presentación de nuevos títulos

Viajera Editorial
presenta nuevos títulos

Casa de Viaje
de Natalia Monsegur

Presente Continuo
de Carlos Battilana

viernes 17 de diciembre, 19 h

Centro Cultural San Martín
(Sarmiento 1551, Sala F)



Buenos Aires/ -dame mil vueltas que todavía no vas a lograr desorientarme- aunque éramos pájaros de invierno que siempre variaban su destino y el verano se escapaba en su única libertad.
Natalia Monsegur




Si pudiera con sus manos extraer, una a una,
las piedras del pasado, esperaría.
Su tiempo ya no corresponde
al presente. Si mira el entorno, desfallece.
Su esperanza en el futuro es escasa.
Hace del instante su mayor tesoro.
Una joya, casi.
Carlos Battilana

jueves, 25 de noviembre de 2010

Los esperamos en el Festival Buen Día!

El Sábado 18 de Diciembre los esperamos en la Plaza Palermo Viejo
con muchos libros, publicaciones, pliegos de colores, lecturas,
aire y sol, música y buena onda para pasar un lindo día entre letras!




miércoles, 24 de noviembre de 2010

Cronograma viajero!

Están todo invitados a participar de nuestros eventos de fin de año,
para despedir el 2010 con todo!

Jueves 9 de diciembre, 19 h
Vuela El Pez – Club de Arte
Av. Córdoba 4379 (y Julián Álvarez)
Siempre de Viaje presenta su desfile de personajes imaginarios con diferentes zapatos.
Muestra de arte, performances y video, con la artista plástica invitada Sabrina Merayo Núñez.
Más info AQUÍ

Viernes 17 de diciembre, 19 h
C. C. G. San Martín
Sarmiento 1551
Presentación de los nuevos libros de Viajera Editorial (¡gran lanzamiento gran!)
“Presente Continuo” de Carlos Battilana
“Casa de Viaje” de Natalia Monsegur
Más info AQUÍ

Sábado 18 de diciembre, de 12 a 24 h
Plaza Palermo Viejo
Costa Rica y Armenia
Stand de Viajera Editorial y Siempre de Viaje en el Festival Buen Día
Música en vivo,indumentaria, diseño,editoriales, gastronomía, artes plásticas y mucho más!
Más info AQUÍ

Miércoles 22 de diciembre, 19 h
C. C. Matienzo
Matienzo 2424 (Av. Cabildo al 300)
Siempre de Viaje presenta la segunda parte de su desfile de personajes imaginarios.
Proyecciones, performances y música en vivo.
Toca la banda “Los Honguitos” y nos quedamos a festejar!
Más info AQUÍ

¡Vení a festejar con nosotros!

martes, 23 de noviembre de 2010

Algunas imágenes de Viajera en la Casa de la Lectura


Viajeras en backstage





Jardín de libros








Loreley El Jaber





Perla Quinteros





María Victoria Verzura





Cecilia Maugeri





Natalia Monsegur





Mana





Virginia Janza





Karina Macció

lunes, 22 de noviembre de 2010

Este martes 23 de noviembre leemos en la Casa!



Vamos a estar todos los autores leyendo y hablando con el público.
Vengan a conocer las letras de los libros nuevos, están buenísimos:

Casa de Viaje de Natalia Monsegur
Presente Continuo de Carlos Battilana
visitante/the visitor de Cecilia Maugeri

Y por supuesto:
Macció-Janza-Czikk-Maugeri-Ilguisonis-Quinteros-Verzura-Mana-El Jaber

reversionando

La Pérdida o La Perdida-La Cajita de Pandora-Estuche Negro-malapalabra-clin caja-Lengua Espiral-Sentir Óseo-La Playa



Seguinos en twitter!
viajeraeditora

Martes 23 de noviembre, 19 h.
Casa de la Lectura
Lavalleja 924

lunes, 15 de noviembre de 2010

Viajera visita la Casa de la Lectura


Viajera Visita

Casa de la Lectura
(Lavalleja 924)


Martes 23 de noviembre, 19 h

La Pérdida o La Perdida
La cajita de Pandora
Estuche Negro
malapalabra
clin caja
Lengua Espiral
herpes
Sentir óseo
La Playa

Adelantos de nuevos títulos:
Presente Continuo, de Carlos Battilana
Casa de Viaje, de Natalia Monsegur
visitante/the visitor, de Cecilia Maugeri

Entrada libre y gratuita

¡Los esperamos!


viernes, 5 de noviembre de 2010

Crónica viajera: empezamos la Primavera en la librería Cobra



Aquí estoy en la noche oscura, amenazante de llovizna fresca de primavera, en la baranda de cemento de esta terraza a la que fui a dar casi por casualidad. Maúllo pidiendo algo qué comer y estoy seguro que ya pasaron varios días desde que estoy sentado acá, esperando. Es una quieta esquina de Caballito, un barrio que, todavía lejos de sus avenidas tiene casas bajas, y unas pocas antiguas como ésta, que conservan cierto esplendor. Sentado acá, negriblanco en la penumbra, le doy un toque venerable a la esquina.

En diagonal algo se preparaba hoy, día viernes, cuando el movimiento de la tarde va cesando junto con el tráfico en la zona, que no es especialmente movido casi nunca. Mientras algunas personas iban llegando, una mesa en la calle se transformaba en una especie de muestrario de libros, libritos y papelitos de colores. Tres mujeres se movían animadamente, en tanto que una de ellas, de rulos bastante densos, me miraba cada tanto con cierta incisividad. Más tarde trataría de forma infructuosa hacerme bajar. ¿Creería que un animal milenario como yo abandonaría tan privilegiada posición por un plato de leche? Se ve que estaba afectada por mi maullido, preveía que mi presencia sería molesta (los hechos posteriores lo confirmarían). No llegó a entender que yo quería bajar por donde había llegado. Este árbol tenía un frondoso follaje, a él subí en busca de una hospitalidad que recuerdo haber recibido de los habitantes de esta casa hace no mucho tiempo, y que ahora se niegan a darme por temor a que quiera quedarme para siempre. Sin embargo, de no mediar algún cambio, convertiré a esta casa en mi tumba. El árbol verdoso se convirtió en pocos minutos en un pelado tronco con ramas cuando llegó un camión lleno de ruidosos hombres, quienes con inusitada velocidad para su empleo público, cerraron mi puente de regreso a la calle. No me animé a saltar a tiempo y ahora no sé qué haré.

Reapareció allá abajo la de rulos que se puso una gorra negra, mientras seguían hablando sin parar. La oscuridad albergó la llegada de más y más gente que seguía entrando y acomodándose en un reducido espacio, entre más libros y libritos.

A último momento pude observar la llegada de un auto gris. Frenó en la esquina, retrocedió bruscamente y en una maniobra dejó el auto estacionado. Bajó raudo alguien con un bolso rojo, que fue lo único que pude distinguir de su equipaje, y pidiendo permiso se ubicó en un lugar al que mis gatunos ojos llegaban con detalle. Me llamó la atención desde un primer momento. Inquieto, fue acercándose a un mostrador mientras que sigilosamente comenzaba a acomodarse buscando un lugar donde apoyar sus brazos. No emitió palabra, apenas sonrió cuando alguien hizo un comentario y pareció entregarse al raro ritual que comenzó a transcurrir bajo la luz de una exigua bombita amarilla. Yo, que en otras vidas muchos muchos siglos atrás, fui testigo de otras ceremonias, puedo asegurar que nada cambió. Las personas se siguen reuniendo, oran, leen, unos escuchan a otros, luces destellantes, ritos de veneración, extraños momentos en que el silencio produce algo que hace de ligazón, de vínculo.

Pero volvamos a él, quien comenzó a sacar de su bolso rojo un estuche negro y de su interior un par de anteojos. Luego, a tientas, manoteó un cuaderno azulado y un lápiz de su saco. Desde acá pude leer lo que fue garabateando. Llueve ya, y por la calle pasa un carro tirado por un caballo. Su sonido se sobrepone a mi maullido y me transporta a vidas más recientes.

Verzura / tersura. Sentir óseo /sentir ocio.

Así anotaba:

Lectura entrecortada, una voz suave, tersa. Las partes del cuerpo de ella se van rearmando en los versos. En la presentación de su libro, se habló de la alquimia, de la pretensión de lo uno, del oro, de la transmutación. Óseo y ocio, blando y ternura de quien mira su cuerpo y el del otro al que ve diminuto, pero ya no le importa. Su rostro en el espejo no es el poema. El poema es otra cosa, no se puede ver en el reflejo sensible.

Escucho aplausos y veo el reacomodamiento de gente que sigue entrando. Hay una chica afuera que empuja para que todos entren. Me mira molesta, ¿será amiga de la de rulos? Él apoya la libreta, descansa y acerca sus manos una canasta con libritos pequeños. Mira la pared poblada de libros.

Anota en la página opuesta a la que ya había escrito, suelto en medio de la hoja:

Libros extraños estos: “White fungus, signatura, sacramental” Todos unidos por unas gomitas.

Y ahora sigue:

Lara, multifacética, ¿VJ?, filma y escribe poesía. Se le anima a todo. No la puedo ver. Cartas de Tarot, son la base de la serie: “su sueño yace, dos niños flor se ovillan, amor lucero”. La última carta es la del juicio final. Apocalíptico fin para la serie. (Nínive explota por no escuchar al profeta). ¿Lara es la mensajera?

Aplausos, luces que titilan. Ahora escucho la voz de un hombre.

“Di Peppe. Aspirante a ingeniero que escribe poemas. Me parece ver a su madre entre el grupo de escuchas atentos. Trabajaba en Metrovías y escribe: surcos, costuras, caminos. Son los rieles de su expresión. Él se desliza como un tren. Qué buena forma de leer. Me impregna.

¡Qué molesto y a la vez simpático este pingüinito de vino que hace las veces de maceta en el mostrador tan poblado! Así, no puedo escucharlo. Ese gato maúlla. ¿Caballos ahora? Los trenes ¿no le habían ganado? ¿Qué hacen acá? ¡Qué ruido!

Dejo de mirarlo porque se mueve. Se reacomoda, levanta su bolso, se saca los anteojos, revuelve otro canasto de libros. Todos se paran, se corren, sonríen y parecen movidos en forma circular. La de afuera insiste en que todos entren. Habla y casi sin empujar, mueve a todos hacia adentro.

De nuevo se ubica con su cuaderno. Se calza los anteojos y sigue con letra desprolija que llego a desmenuzar desde acá.

Mariana ¿Faierman o Faerman? “Cuatro pestañas, medio ojo”.

Lo veo moverse. Parece vacilar si seguir o no. Se pone como frenético a escribir.

Muerte, inventariar mi cuerpo, “Amar es mutilar un cuerpo y quedarse con pedazos”, clavar las uñas en la piel

|cuántas definiciones del amor|

Imposible coser sin mutilar, lo que sale a borbotones

|todo anatomía|

Está hecha de lápiz negro. Borrable. Mariana ¿qué querés decir? Me perturban tus versos.

“No este miedo, no este miedo”. Es como Pizarnik en el remate. Re mata.

Ahora Natalia Monsegur. El cuerpo cede su lugar a una topogeografía. Tormenta, pájaros, el desierto, sol pica, tierra roja, países sin luces (Natalia ve panorámicamente. ¿Es como Dios o Google Earth? Google, los gogles de Dios)

Agita la mano, parece que se ha cansado. No dejó de escribir ni por un segundo, aún mientras todos aplaudían. Arranca de nuevo…

Baleares, Gaviotas, potenciales formas de la poesía. Poemas geográficos de Natalia.

De Mariana a Natalia, es un paso del cuerpo como mundo, al mundo como cuerpo.

Más aplausos, mientras maúllo y sigo atentamente a ese cuaderno que se llena de notas. Nuevos giros, risas y la que empujaba, entra. Algunos salen un poco. Nadie se va.

Escribe:

Ceci: cicatriz, desgarro, cascarita

Karina: hielo fino, hoja del árbol familiar, vidrio fino, inerte

Vir: nacimiento, esperma iodado, sueños de colores.

La gente se va, de a poco, mientras reparten besos. Él sigue escribiendo concentrado.

Viajera primaveral, crónica provisoria. Ésta es una librería extraña, pero a la vez generosa. La estación más inestable no deja de ser la del despertar de las emociones. Yo también tengo miedo a tantas cosas que podrían ocurrirme hoy mismo, hoy a la noche. La poesía expresa al ser, o sólo fragmentos, es como la filosofía. No importa si entendés cada parte, la totalidad que busca el infinito no se encuentra en cada detalle, sino en el encadenamiento de personas que parecen hablar de lo mismo: lo inconmensurable de la creación, desde el nacimiento hasta el juicio final.

Lo veo estirarse, guarda los anteojos, el lápiz queda arriba del mostrador. Está por salir y agarra de un manotazo su casi olvidado instrumento de escritura. Ya no queda nadie adentro. Rápido se saluda con todos. Me mira fijo. Creo que no me ve con precisión. Sé un secreto que él no sabe de mí. Lo veo como he visto a otros que registraban los ritos funerarios, las reuniones secretas, las misas numerosas, las procesiones extensas y las plegarias más sentidas. Siento que me mira porque busca algo y no sabe qué.

Su mochila roja guarda crónicas que tarde o temprano expondrá a otros.

Por fin, cruza despacio la calle, se sube al auto y sin mirarme arranca. Con un bocinazo corto desaparece.

Yo no estaré mucho más tiempo en este mundo.

martes, 14 de septiembre de 2010

Viajera en Cobra el 24 de septiembre





Viajera Visita
Primaveral

Nuevos libros de Colección Valijita
y anticipos de Viajera Editorial

Viernes 24 de septiembre, 19.30 h
en la librería Cobra
Aranguren 150 - Caballito




Leen:

Lara Arellano
Gustavo Di Peppe
Mariana Faierman
Natalia Monsegur
Victoria Verzura

Entrada libre y gratuita

viernes, 20 de agosto de 2010

Quién es Mana, por Virginia Janza



La estrategia de escritura de Mana es decir sin decir. Contar usando anagramas, seudónimos, palabras inventadas, máscaras, disfraces. Como en el cuento “La Anticuaria”, Fendase es un anagrama de Defensa, el anagrama es una defensa en sí, una forma más de ocultamiento. ¿Quién es Mana? ¿Es acaso “el pibe” al que se hace referencia en “Sobrino Tácito”? ¿El adolescente con miedo a enamorarse de una chica más grande de “16 y 25”? ¿El desamparado ser que busca consuelo en prostitutas de “Efecto Pavlov en la Maison”? ¿Es válido pretender armar la genealogía de este antihéroe en el libro? Evidentemente es, al menos, posible (y tentador) rastrear la e o in- volución del personaje-narrador, del desdoblamiento de la primera persona, en herpes. Se puede leer y rastrear el dolor, pero el hecho en sí nnunca se cuenta. ¿Qué pasó?, tiene uno ganas de preguntar cuando lee el abatimiento de “La helada pasó y quedamos en pie”:

“La única razón que tenías era estar, para desvanecerte.

Si no hubiese tenido que convivir con vos.

Decirte todo eso que la gente se dice

pero ya no quedan ganas.”

¿Pero qué hubo antes? ¿Por qué no quedan ganas? ¿Hubo un antes?

¿Es eso? ¿Es eso lo que duele tanto y no se puede decir? ¿Es eso lo que ocultamos? En todo viaje, en toda travesía hay un fin, hay una muerte, una mudanza, un cambio de destino.

La muerte del amor es nuestro punto de contacto, Mana. Haberla vivido y haberla atravesado (sin escalas).

El amor herpético también tiene un fin, o un comienzo. Vos mismo lo decís, el tiempo hace lo que mejor sabe hacer: abrirse paso, poner distancia, permitir un nuevo comienzo. Es el comienzo de la escritura, el inicio de un relato:

“Los factores, nombres y lugares/ responden por sí mismos./ Los traigo porque ya cumplieron su condena./ Ahora están en su derecho de convivir con el resto.”

Es el relato que cuenta, que nos cuenta, que nos obliga a revivir, que transcribe sin decir nada realmente. Porque cómo traducir el dolor a palabras, ese enorme dolor que entra en algo tan pequeño como esto, un libro, un viaje. Cómo cuando uno tiene la boca completamente cerrada, o eso pretende.


Sentir Óseo: Nueva Reseña por Patricia Signorelli



Sentir Óseo
La pelea por el cuerpo


El cuerpo en el libro de María Victoria Verzura adquiere la dimensión desde donde se constituye la escritura. Paradójicamente, éste es un cuerpo en crisis. Lejos de la integridad que presupone la contundencia del título Sentir Óseo, el primer poema con que se inaugura el texto, dibuja el trayecto de la sin-certeza: “Todo al alcance/ salvo: / el cuerpo”. La contradicción de ese sentir óseo frente a un cuerpo que se presenta inalcanzable motoriza en su tensión una escritura que busca superarla. Vacío, lejano, astillado, impropio, pero deseoso de ser llenado y reconstruido a través de cada verso, cada sintagma, cada blanco. En las tres partes que componen el libro (“Como agua que brota”, “Sentir Óseo” y “victoria”) en una suerte de devenir cíclico se reproducen hasta el infinito las preguntas a la difícil tarea de asumirse viva: “¿Quién soy?”, “¿A dónde pertenezco?”.

En Sentir Óseo la pelea por el cuerpo, por su pertenencia, no es más que la pelea por “ser”, que se debate en el juego del vacío y la completud, la vida y la muerte como polos radicalmente opuestos, sin poder encontrar el equilibrio (“la amplia gama de grises”) que sólo parece alcanzarse en las últimas páginas, en la minúscula de ese “victoria” con que se titula la tercera parte.

Así, “Como agua que brota”, las palabras exorcizan a un yo que se constituye en la acción no concretada, en el golpe verborrágico a un tú “sordo”, “manco” y “ciego”, que “alguna vez fue su centro”. El cuerpo vacío germina violencia, entonces se llena, se fastidia, se mata. El mundo se vuelve infernal (“cuerpos sin forma”, “caminan/ transformando los pisos/ cenizas/ y los cielos / en humos ácidos”). Como por los pasajes de un cementerio, el yo de los poemas busca su sombra, estar y no estar, morir y vivir. ¿Dónde ubicarse, si el mundo arde en las llamas del infierno, si no queda aire puro para respirar, pero conservamos aún la vida? Sin respuestas, la primera parte del libro parece sumergir a ese yo en el negro que ahoga, negándole la luz. Como contrapartida del cuerpo vacío en la proyección del odio, se amarra a un tú que le permite ser.

En la segunda parte, que da el nombre al libro, los ojos construyen el paisaje, lo transforman en presagio que se concretiza en la materialización de un accidente trastocando el cuerpo. “Los ojos se secan”, “el pelo vuela”, entonces el cuerpo se descompone, se fragmenta en brazos, sangre, dientes, huesos y tejidos vivos. Los ojos no ven, no quieren ver. El cuerpo se vuelve otra vez lejano, extraño (“la lógica se pierde”, “el cuerpo no responde”, “mi cuerpo apenas siente”) y vacío (“el dolor vacía el cuerpo”). En “Sentir Óseo” el cuerpo sólo se llena de uno mismo, como en un coma inducido, a través de los sentidos, “adentro”, “refregando las venas”. El “tú”, cuya construcción es sumamente espaciada y sólo se hace relevante a medida que llegamos al final de esta segunda parte, reafirma la identidad en discordia del cuerpo femenino de ese yo en una revalorización positiva, oponiéndole a la oscuridad con que se clausura la primera parte, la luz implícita en la pureza de una tarde sin nubes del último poema.

victoria” es el resultado de un proceso, que sólo se alcanza en el doloroso movimiento hacia el centro de un cuerpo vacío que se cierra desbordante de sí para “ser”. Verbo que se disemina en cada poema de esta tercera parte. La palabra se vuelve autorreflexiva (“para no ser yo me inventé un cuerpo/ lo rellené de nada/ lo mutilé/hasta dejarlo tan pequeño/como invisible”), como si no sólo el yo se cerrara, sino el mismo texto asumiendo su proceso de conformación, aceptando los grises de un mundo defectuoso a través de la escritura (“escribiendo querría descubrir dónde pararme”).

Por último, en cada una de las partes del libro hay una construcción muy fuerte del entorno y el marco en el que ese yo habita, constituyéndose casi como postales de distintas etapas de su vida. El trabajo con los espacios y los objetos (la habitación, la cama, la ventana, los paisajes, el hospital, la estufa, el té) y con los sentidos, principalmente la observación, permiten al lector establecer una relación mucho más próxima con lo que lee. Relación que es potenciada en la utilización lúdica de la posición de las palabras en los diferentes poemas (“el pelo vuela/ con fuerza/ llevando el cuerpo/ atrás/ nada se ve”), como así también en la resignificación que los blancos adquieren dentro del libro.

Lejos de la pasividad, el lector de Sentir Óseo no fluye sino que se mueve junto con el texto, sufriendo el proceso inverso de ese yo, como si la escritura, al igual que el cuerpo, intentara llenarse de un tú que lee y adivina palabras que completan las frases o las adosan colgando de distintos sintagmas, variando los sentidos. Este vínculo se vuelve cada vez más distante a medida que nos adentramos en “victoria”. Como si ya no hiciese falta completar nada, los agujeros desaparecen, las palabras se desplazan, se espacian, se vuelven herméticas y no compartibles. Mejor dicho, propias.

Patricia Laura Signorelli

domingo, 18 de julio de 2010

Maugeri-Repetto-Repetto-Maugeri


Jimena Repetto por Cecilia Maugeri


El humor en capas de Jimena Repetto

Jimena Reppeto es una autora que pone en primer plano la capacidad de producir: es una autora-productora. Además de escribir, Jimena se dedica a hacer circular y difundir la obra (poesía, música, teatro, cine y fotografía) de muchos artistas que están produciendo en este momento, de diversas maneras, principalmente a través de Siamesa, la revista que dirige desde el 2007, y del ciclo de poesía y música “Ah um! Dijo un sapito”. Como escritora, produjo la obra de teatro By Pass, actualmente en cartel, y publicó sus poemas y cuentos en distintas revistas.

Lo primero que me llama la atención es la predominancia del lugar productor, la función que posibilita que las obras salgan a la luz: la edición, la dirección, la coordinación y la docencia. Se trata de un deus ex machina, figura fundamental pero invisible que vincula la escritura con la sociedad, que socializa, publica y circula.

Después leí algunos poemas y cuentos, y fui a ver la obra de teatro y me di cuenta de algo: Jimena escribe de todo, y todo muy distinto. A partir de los intercambios por mail, me quedé pensando en algo que ella me dijo: “los textos comparten una mirada”. Y creo que en este caso la forma de mirar se comparte en el humor.

Eso es lo que más me gusta de sus textos. Se trata de un humor que trabaja por capas y tiempos, ya que incluso sigue trabajando después de la lectura. Por ejemplo, al ver By Pass el efecto primero es la carcajada. Pero después, cuando la risa se va calmando, viene la pregunta: ¿realmente es para reírse? Porque no es gracioso el tema… Pero en verdad es bastante complicado (y serio) el problema que se plantea.

Ustedes se preguntarán ¿cuál es el dichoso tema? Me arriesgo a decir que se trata del problema del hombre, así con minúsculas: no el Hombre, no la especie, sino el hombre como género: ¿qué es el hombre? ¿Quién es el hombre? ¿Esto es el hombre? ¿Es así? ¿Son todos así? ¿Siempre fueron así?

Indefectiblemente, si definirse como hombre hoy en día es problemático, es porque también las mujeres estamos en problemas. Y viceversa. Si no sabemos qué es el hombre, qué es la mujer, qué es el amor, es también porque no hay un “deber ser” arquetípico –o al menos es difícil verlo- hoy en día. ¿Qué se espera de nosotros? La obra de teatro tiene un epígrafe: “que las cosas sean como siempre debieron ser”. Pero, ¿cómo debieron o deberían ser las cosas? Los personajes de Jimena Repetto se mueven entre estas preguntas, modulados siempre por un “deber ser” ambiguo y cambiante. A estos problemas llegamos a través del humor, que tiene –por lo menos- tres capas.

En la primera capa o primer tiempo, nos encontramos con situaciones cotidianas, reconocibles, con las cuales nos podemos identificar. Son descriptas con mucho detalle, generando un efecto de rutina extrañada que poco a poco va convirtiendo lo conocido (y repetido) en un infierno. Por ejemplo, el cuento “A lo lejos, el faro” comienza con “la vida de playa”:

“La vida de playa siempre me dio ganas de vomitar. Gritos de vendedores, jugadores de tejo entusiastas, niños perdidos, anunciantes que promocionan sus locales por altoparlante. Gente inmunda que ensucia la arena y se tira al sol como si nada.

Fui porque me obligaron. No quería. No me parecía nada estimulante un pueblo atestado de visitantes que, cuando no se bronceaban, se pasaban el día comprando recuerdos de caracoles para tías y jefes.”

El personaje principal (masculino) no se siente a gusto en este ambiente y decide hacerse el enfermo. Después de asegurarse que su esposa e hijos hayan salido a hacer su “vida de playa”, se toma un colectivo hasta las zonas más alejadas, donde conoce a un pescador que lo invita a participar de su faena. En una segunda capa del cuento, el verdadero problema se desnuda:

“En el bar, iluminado sólo por velas, la oscuridad era tal que se hacía imposible distinguir la cara de los presentes. Cuando el marinero se me acercó, ya habíamos tomado juntos una botella que yo había invitado. En la mesa de al lado, aseguraban que no iba a llover hasta el mes siguiente. Salimos y caminamos por la arena. Me costó subir al barco, mucho más que la primera vez. Sentí mis pies pesados y no colaboraba el mareo. Por la luna, brillaba el reflejo del cuchillo al lado de las redes.

Me desnudó, me sacudió, me indicó todo lo que quería que hiciera y obedecí. Le obedecí con admiración y dejé que me mostrara cómo era. Viví la vida de ese hombre, sus manos, su piel, su olor, su cuerpo. Viví su fuerza en mí. A lo lejos, el faro, preciso, erguido, rotundo en la noche abierta.”

En este momento vemos cómo el personaje dejó que el marinero le mostrara “cómo era”… ¿ser hombre? En el cuento no sabemos si el protagonista va en busca de su identidad masculina y la encuentra en el marinero a través de un “pasaje de fuerzas” en su propio cuerpo, o si su verdadera identidad es la receptividad (femenina) que recibe las enseñanzas del marinero. ¿El personaje es el faro preciso, erguido y rotundo o es la noche abierta? No es la vida de playa lo que molesta, sino esta duda de no saberse hombre. Se trata de la capa de la incomodidad, se vislumbra algo doloroso en el personaje y sin embargo, el efecto sigue siendo gracioso.

El tercer tiempo o capa corresponde a la desilusión, al fracaso del personaje. En el desarrollo de la trama el protagonista amenaza con cambiar, resolver el problema, vivir una experiencia fuera de la “vida de playa”. Sin embargo, fracasa en su intento. Todo el episodio con el marinero puede leerse como un sueño, o no. En cualquiera de los dos casos, podemos ver que “al final todo era un sueño”, porque el cuento culmina con una reivindicación del amor a la esposa, de modo que el personaje reelige la “vida de playa” sin haber resuelto su problema.

Esta tercera capa aparece sin muchos preámbulos en los poemas. Siempre desde el humor, trabajando con el ridículo y la inocencia a la manera del clown, se desnuda el problema. Por ejemplo, en “violetas, absurdos, brillantes”:

"Fuimos a la fiesta

no quería drogarme ni

necesitaba hablar de Murakami tampoco

comer humus

no creía ser tan interesante.


En ese circo eras mi mago,

el único que sacaba conejos de la galera

violetas, absurdos, brillantes.


Con el tiempo no hubo más ilusiones.


A veces en las fiestas busco

hombres con galeras


sacan conejos blancos de orejas rosadas

piensan que son tan deslumbrantes


y me da igual.”

En este poema vemos cómo se genera un mundo, un circo, que también remite a una situación reconocible: las fiestas de “intelectuales”. La forma de presentarlo es, claro, muy graciosa, pero también muestra un problema: hay un “mundo del revés” que también surge de ser mujer y preguntarse qué es el hombre. Ser mujer y escribir por el dolor que provocan las acciones de un hombre. En el circo del revés, La Maga es El Mago: el hombre en actitud poética, el hombre “violeta, absurdo, brillante”. Luego, el mago queda desenmascarado y sólo es un hombre con galera que provoca esta sensación: “me da igual”.

Pero ¿da igual? ¿Qué es lo que da igual? ¿Todo da igual cuando se rompe la ilusión? Autos rojos es una serie que trata de eso justamente: se terminó la ilusión. Hay escenas que no se desarrollan como lo esperamos en las películas, hay reparto de fotos y separación de planes, hay recortes de recuerdos, hay abandono del espacio, hay una lengua que no se comprende, hay persianas bajas, hay tormenta, hay frontera, hay molotov.

Algo va a estallar

Te dije que el ruido de las hojas

anunciaba la tormenta.

Me dijiste que mañana

iba a ser un día soleado.

Esa noche yo sabía

que se iba a abrir el cielo

entre nosotros

de par en par.

° ° °

Fiestas molotov

No quiero que lleguen las Fiestas y pensar

en el regalo que te compré.

Estábamos seguros

de que había que poner una molotov

en los negocios que venden bolas y guirnaldas.

Me dan ganas de llorar

sobre las luces que se encienden.

Los fuegos artificiales duran segundos

y después aterrizan

hechos carbón.

Me gusta que los poemas sean tan gráficos. Al final todo se parte y explota. Al final no da igual que el hombre se haya ido, que esté en otro lado, que no se escuche o no se entienda. Porque duele y lo seguimos necesitando. Por eso dan ganas de llorar, y también –por suerte- de escribir. Los poemas de desilusión también son poemas de amor. Cuando la ilusión se termina, es necesario cubrir el dolor con capas de risa. Y son estas mismas capas, cuando pasa el tiempo y la risa se asienta, las que nos permiten desnudar la escena y enfrentarnos cara a cara con el problema en el tiempo justo. Después de reírnos, después de incomodarnos, después de desnudarnos, ¿nos da igual?

A mí, no. No me da igual. Me quedo pensando y, todavía, riendo.

° ° °

Algunas preguntas:

CM: ¿Por qué "autos rojos"?

JR: Porque eran poemas que aludían a viajes. El resto, me lo reservo.

CM: ¿Cómo surgieron los textos que me mandaste?

JR: En distintas etapas. Muchos ni recuerdo cómo surgieron porque fueron trabajados en distintos momentos y le fui perdiendo el rastro a los orígenes.

CM: ¿Forman parte de series, libros?

JR: No, por ahora, jaja. Forman parte de mi archivo caótico…

CM: ¿Cómo organizás tu material, cómo reunís los poemas, tenés proyectos de publicación en este momento?

JR: Es una buena pregunta. Organizo y desorganizo el material todo el tiempo. Armo y desarmo. Hay poemas que tienen un nacimiento conjunto pero que se separaron al nacer de sus hermanos, así que son como los hijos perdidos de series que nunca salieron a la luz. La publicación me parece que es una instancia a la que se llega, porque cuando escribo no pienso en publicar. La prueba de eso es lo mucho escrito y lo difícil que se me hace pensar en una agrupación estática que conforme un libro. Supongo que debería ser más irreverente con el material...

CM: ¿Cómo conviven las Jimenas (poeta, actriz, directora, editora, docente, investigadora) en la cotidianeidad?

JR: Felices, aunque a veces se tiran de los pelos.

CM: ¿Qué lugar le das a cada una?

JR: El que requieran a cada momento. Me gustaría tener más horas en el día.

CM: ¿Hay un tiempo para cada cosa, tenés una prioridad, cómo se pasan la pelota?

JR: Por necesidad en cada momento. Me peleo conmigo para encontrar espacios para todo.

CM: ¿Cómo conviven a nivel producción los poemas, el teatro y el cine?

JR: Yo creo que se llevan muy bien, para empezar porque los procesos creativos son camaleónicos. Supongo que lo que varía son las herramientas con las que se trabaja, pero antes que eso hay una percepción, una mirada, que es compartida, no?

CM: ¿Podrías desarrollar cómo es el proceso camaleónico? Se me ocurre indagar en cómo fue el proceso de By Pass y cómo se articuló con las otras áreas.

JR: Las ideas van girando como satélites. A veces una sale de una esfera y entra a otra. Digamos que no creo que haya "elementos" fijos en los procesos creativos, ni en los materiales. Lo único fijo son los horarios -de clases, de cursada, de ensayos, de función-.

CM: ¿Cómo vivís el hecho de formar parte del campo artístico de Buenos Aires de una forma activa y al mismo tiempo del campo intelectual en la UBA?

JR: Del mismo modo en el que formo parte del campo de vecinos de San Cristóbal. Trato de no cuestionarme la división de esferas e ir para adelante. Aprendí que es lo mejor. El resto se lo dejo a las ciencias duras.

CM: ¿Te parece que son campos separados? ¿Cómo los ves?

JR: No deberían serlo. Digo, pensar y crear no parecen procesos tan diversos a priori, no? Ahora el conflicto surge en la pacatería.

Para leer más sobre Jimena Repetto:

Hamaca naranja

Ah um dijo un sapito!

By Pass

Siamesa

° ° °

Cecilia Maugeri por Jimena Repetto


Cosas que no se dicen


(para ver la nota completa, cliquéa en SIAMESA)


Entre las buenas y las malas palabras el conflicto siempre fue y será relativo. Moralistas y académicos pueden discutir a su antojo lo que está bien y lo que está mal. Sin embargo, el trabajo de la literatura y, más concretamente de la poesía, es poner en crisis a la palabra en sí, junto a todas sus atribuciones.

En malapalabra, libro de Cecilia Maugeri que acaba de editar Viajera Editorial, la lengua se resiste a nombrar, se pelea con sus límites en las representaciones y se hace material maleable, músculo de lo literario.

Entre los discursos interrumpidos, los juegos de ritmo, la voz se arriesga a sugerir más que a decir. La unión de los poemas genera cierto misterio por las series que nos presenta "palabra mala", "contra la pared" y "bajo techo" son los tres grupos en los que se unifican los poemas. El espacio se torna refugio de los versos, como si hubiera que protegerlos del referente externo, ese mundo otro, que sólo ingresa por las hendijas.

La pregunta que surge, tal vez, es cómo acercarse a un poeta que recién comienza a publicar. El problema es pensar en la publicación los orígenes del poeta cuando ellos se encuentran, en rigor de verdad, antes en la voz que en el libro como objeto.

Cecilia Maugeri, quien participa como tallerista y organiza junto a Karina Macció y Virginia Janza diversos ciclos de lectura, sabe que hay en la oralidad un desafío para el verso. Así volvemos a los ritmos. Los poemas tienen cortes fuertes, que se van entrelazando. Si la lectura nos lleva de arriba hacia abajo en la página con vertiginosidad, percibimos en la oralidad un respiro que se entrecorta, como ahogado en su primera zambullida.

En la desintegración del hilo del discurso las palabras adquieren nuevos sentidos. Retumban. Un libro deja imaginar los poemas que quedaron por fuera, la caligrafía, el tiempo de la escritura. Un primer libro es la comprobación contundente de todos los libros que no fueron, los esconde. Pareciera que el libro de Cecilia Maugeri hace referencia a palabras inconclusas, palabras que necesitan un mundo al que referir, un mundo que no las traiciones. Amor que sea el otro. Un yo que sea yo mismo. Un tiempo que se detenga y no escape. Los referentes se diluyen porque se desconfía de ellos. Este libro, entonces, refiere al mundo como creación, creación imposible salvo en los versos.


Algunas preguntas:


JR: ¿Qué te aportó la docencia para la escritura? Entiendo la docencia en distintas áreas, en la facu, en los talleres... Digo, transitás ámbitos muy diferentes en apariencia pero que tal vez te dan "nutrientes" distintos.

CM: Muchísimo. Hay algunos poemas en malapalabra que son una respuesta a alguna cuestión que surgió en taller, inclusive hace muy poco se me ocurrió una idea para una monografía en un taller que estoy dando sobre Puig, discutiendo con el grupo. Enseñar alimenta todo tipo de escrituras. A veces pasa que con una persona en particular se da una complicidad con el uso de las palabras, o siempre hay desacuerdo, y entonces surge la necesidad de escribir en respuesta. Por otro lado, muchas veces pasa que me sorprendo alentando a alguna acción que me repercute. Por ejemplo, cuando insisto en que respeten los tiempos del proceso y si no están escribiendo, que revisen lo que ya está hecho y traigan para organizar el material... Bueno, yo estoy en ésas ahora, y no estoy organizando nada. Entonces, muchas veces pasa que lo que digo como docente me repercute como alumna. En la facultad también es igual. Creo que es el efecto de ser una estudiante vieja y una docente joven.

JR: Tenés una formación como dramaturga y actriz y, a la vez, coordinás lecturas, ¿Qué le aporta a la poesía la recepción en vivo? ¿Cuál es tu experiencia en todos estos años coordinando talleres?

CM: Ah, ésa es mi lucha. Yo creo que las obras de teatro son textos muy sinceros porque se hacen cargo de que fueron escritos para ser puestos en escena, y ésa es casi su definición. Es el género que más se define por su destino: escribo esto para que sea representado. Aunque después el texto sea leído, hay una intencionalidad de representación fuerte y lo leemos teniendo en cuenta eso.

En el caso de la poesía o la narrativa esto es mucho más libre, pero cuando voy a leer en un ciclo, por ejemplo, considero (aunque sea sólo por ese instante) que se trata de una dramaturgia. Hay algo en ese texto que tiene que ser puesto en escena, aunque sea sólo con la voz.

Esto no lo pienso sólo para mí. Cuando organizamos lecturas trato de explotar eso en otros autores también, porque creo que cuando leemos en voz alta, para un público, tenemos que ser conscientes de que hay otro escuchando, que no nos lee la mente y que no está leyendo del papel el texto que escribimos. En ese momento, estamos representando el texto, el cuerpo es una herramienta, es la hoja, y todo eso en su conjunto es lo que se va a leer. Parece una obviedad, pero muchas veces pasa que un texto genial no se escucha por problemas técnicos (el autor lee muy bajito, para adentro, tartamudea o le pone cantitos raros que distraen) y eso es una lástima. Se soluciona practicando y es ahí donde el teatro hace un aporte fundamental.

¿Qué le aporta a la poesía la recepción en vivo? Dos cosas: una, que el circuito actual está dado de esta forma (para que te lean, para que el texto llegue a otros oídos/ojos hace falta participar en los ciclos de poesía); y la otra, que teniendo esta práctica (le lectura en voz alta) y teniendo en cuenta que el texto tiene esa posibilidad, la escritura se transforma y hay un trabajo consciente con todo lo que tiene que ver con la oralidad: ritmos, distintos tonos, volumen, expresión, etc.

JR: En tus poemas es muy interesante el manejo del ritmo y los cortes de verso. ¿Cómo escribís? ¿Tenés primeras versiones, reescribís? ¿Cortás y pegás? ¿Tanteás los textos en vivo? ¿Lo tallereás?

CM: Sí, todo eso. El primer público es el taller. Para mí fue muy importante contar con un grupo que estaba en las mismas condiciones que yo (en un proceso) y tener la respuesta de una recepción sincera y espontánea. Kari también es muy exigente con la sonoridad de los poemas. Entonces, voy con confianza porque tengo una buena referencia. Ése es para mí el espacio más importante de tanteo. Cuando leo algo con público desconocido, en general ya lo revisé bastante, no me animo a tantear directamente con el micrófono. En cuanto a la forma de escribir, sí, corto, pego, reescribo, tiro, extiendo, ¡de todo! No tengo una sola forma de resolverlo. Para el ritmo, lo que más me ayuda es escucharme.

JR: ¿Qué autores te interesan? ¿Qué autores te aportaron para tu escritura?

CM: Te respondo desde el presente. Ahora estoy con Puig, Baudelaire, el I-Ching, Calvino y los poetas concretos. De Puig me interesa la pasión por el relato, el desborde, las ganas de seguir leyendo, la picardía, la sexualidad. Siento que es un autor que se ríe mientras escribe (y a veces es alegre y a veces macabro), y me encanta. Tengo que confesar que todavía no me animo a ser “aportada” por Puig.

Baudelaire es re complejo, tiene muchos niveles, se puede leer mil veces y seguir encontrando cosas re diferentes. Leerlo es una prueba para ver en qué estoy, qué estoy mirando. Ahora lo estoy estudiando y lo que me aporta es la posibilidad de ir a fondo con la lectura. Y hay que aventurarse en ese infierno, eh!

El I-Ching es una nueva adquisición y lo estoy explorando. Me aporta imágenes que tienen que ver con lo que estoy escribiendo ahora.

Calvino es un maestro, lo estoy revisitando para dar taller. Me gusta su poesía, su humor, su sencillez, su visión, su precisión e intensidad. Tiene todo, es un poeta. Es un maestro porque activamente expone su experiencia como escritor, más allá de lo que una pueda tomar de su literatura. Y ayuda mucho saber que muchos problemas que encontramos al escribir son propios del métier (y no es que una sea deforme).

Los poetas concretos también los descubrí hace relativamente poco. Todavía es pronto para ver qué me aportan, pero puedo destacar la contundencia y la capacidad de decir muchísimo con pocos elementos, la síntesis. Da la impresión de que cuanto más simple, más múltiple y cuanto más “quieto” más mutable. Se parece al I-Ching.

Éste también es un aporte grande de la docencia: Puig, Calvino y los concretos los estoy viendo para dar clases, y leer con esa intención me da un acceso más profundo y un compromiso con el texto que no tendría si leyera “para mí” o “por ocio”.

JR: ¿Cómo fue la decisión de sacar el libro?

CM: Resulta que estaba escribiendo mucho en un mismo archivo de Word, eran distintos textos pero tenían que ver, y cuando me quise acordar tenía como 50 páginas de poemas. La escritura llevó más o menos un año y en el medio nació Viajera. En ese momento “ya estaba preparada” (lo digo entre comillas porque preparada-preparada no estoy nunca, miedos siempre hay) para publicar por dos cosas: porque el texto se imponía, venía pisando fuerte, y porque formando parte del proyecto, estaba (y estoy) de acuerdo con la publicación y con esta manera de publicar. ¿Cómo no iba a tener mi libro de Viajera? Además, estando en la posición de “profe”, tenía que dar el ejemplo. Como ves, ¡la docencia aporta muchísimo!

Para leer más acerca de Cecilia Maugeri:

Antes de despegar