Editoriales no convencionales
Libros hechos a mano que tienen un incomparable sabor artesanal
Por
Tal vez sea uno de los libros más extraños
del mundo, el que el año pasado publicó Ediciones Siempre de Viaje: era
una inmensa sábana color lino con poemas escritos a mano, doblada como
un pergamino. Ese amor por la rareza, la intención de revalorizar el
libro en tanto que objeto (con su aura, su textura, su aroma) y el
objetivo de difundir las producciones de escritores y poetas a los que
se les dificulta hacerlo por otra vía están en la esencia de las
editoriales artesanales, que se han multiplicado en los últimos años.
Tocadesata, Ediciones Siempre de Viaje y Editorial 13 X 13 son algunos
de los últimos ejemplos de un fenómeno que comenzó a germinar a mediados
de los noventa, como consecuencia de la crisis de las editoriales
nacionales, y que tiene exponentes bien conocidos –y tan disímiles– como
Eloísa Cartonera o Clase Turista.
La lista sigue: Colección Chapita, Funesiana y Mancha de Aceite son nombres de algunas de las tantas iniciativas que se dedican a la fabricación de libros con la mano. Quien apunta la hipótesis de que “las editoriales artesanales van en aumento” es Karina Macció, escritora, docente y directora editorial de Ediciones Siempre de Viaje y Viajera Editorial, que antes pasó por un sinfín de proyectos de estas características. Evidentemente, ni el e-book ni la descarga de obras literarias por Internet han destronado al libro. “Desde lo artístico siempre hay una valoración de lo retro, de lo que se está perdiendo”, continúa Macció, que trabaja junto a Virginia Janza y Cecilia Maugeri. Desde esta mirada, el libro artesanal sería algo así como el vinilo del mundillo literario, con tiradas que no suelen sobrepasar los 200 ejemplares.
La propuesta que comanda Macció es más que una editorial de poesía y narrativa. Primero, en 2005, surgieron los talleres literarios que la tienen como docente, bajo el nombre de Siempre de Viaje, literatura en progreso. Luego, en 2008, aparecieron Viajera Editorial y Ediciones Siempre de Viaje, con el objeto de “dar difusión a autores que recién se inician”. Pese a que en un principio publicaban sobre todo alumnos de los talleres, luego el juego se abrió para autores sin vinculación con ellos. Siempre, la salida a la calle del libro se complementa con eventos literarios para darle un empujón. “Generalmente el autor está con mucho miedo de cerrar un conjunto de textos y mostrarlo”, subraya Macció. “La idea es armar un grupo, movernos, sostener la lectura del objeto. Que el autor se sienta acompañado.”
Aun con una tirada de 100 ejemplares por colección, Viajera Editorial –ya con once títulos en su haber– es la cara más tradicional de la propuesta del trío femenino. “El producto no se ve artesanal, sino profesional, porque hay formatos y colecciones establecidos”, define Macció. En cambio, los libros que se editan a través de la Colección Valijita de Ediciones Siempre de Viaje suelen ser rarezas y no van a parar a las librerías: necesitan de un encuentro “cara a cara” entre autor y lector. “Se trata de trabajar con el autor en un libro que imagina. Propone todo: diseño, formato y tipografía”, explica Macció. Libros guirnalda, mini-libros con papel reciclado y hasta sábanas: cualquier pedido es válido si se ajusta al contenido. Como mínimo, se fabrican 50 libros; como máximo, 200 (porque, dice Macció: “¡La confección puede ser agotadora!”). Acerca del libro como objeto artístico, la coordinadora de Siempre de Viaje apunta que implica “pensarlo como un todo, con un adentro no disociado de lo que está afuera”, en contraposición a la despersonalización de las propuestas comerciales.
La lista sigue: Colección Chapita, Funesiana y Mancha de Aceite son nombres de algunas de las tantas iniciativas que se dedican a la fabricación de libros con la mano. Quien apunta la hipótesis de que “las editoriales artesanales van en aumento” es Karina Macció, escritora, docente y directora editorial de Ediciones Siempre de Viaje y Viajera Editorial, que antes pasó por un sinfín de proyectos de estas características. Evidentemente, ni el e-book ni la descarga de obras literarias por Internet han destronado al libro. “Desde lo artístico siempre hay una valoración de lo retro, de lo que se está perdiendo”, continúa Macció, que trabaja junto a Virginia Janza y Cecilia Maugeri. Desde esta mirada, el libro artesanal sería algo así como el vinilo del mundillo literario, con tiradas que no suelen sobrepasar los 200 ejemplares.
La propuesta que comanda Macció es más que una editorial de poesía y narrativa. Primero, en 2005, surgieron los talleres literarios que la tienen como docente, bajo el nombre de Siempre de Viaje, literatura en progreso. Luego, en 2008, aparecieron Viajera Editorial y Ediciones Siempre de Viaje, con el objeto de “dar difusión a autores que recién se inician”. Pese a que en un principio publicaban sobre todo alumnos de los talleres, luego el juego se abrió para autores sin vinculación con ellos. Siempre, la salida a la calle del libro se complementa con eventos literarios para darle un empujón. “Generalmente el autor está con mucho miedo de cerrar un conjunto de textos y mostrarlo”, subraya Macció. “La idea es armar un grupo, movernos, sostener la lectura del objeto. Que el autor se sienta acompañado.”
Aun con una tirada de 100 ejemplares por colección, Viajera Editorial –ya con once títulos en su haber– es la cara más tradicional de la propuesta del trío femenino. “El producto no se ve artesanal, sino profesional, porque hay formatos y colecciones establecidos”, define Macció. En cambio, los libros que se editan a través de la Colección Valijita de Ediciones Siempre de Viaje suelen ser rarezas y no van a parar a las librerías: necesitan de un encuentro “cara a cara” entre autor y lector. “Se trata de trabajar con el autor en un libro que imagina. Propone todo: diseño, formato y tipografía”, explica Macció. Libros guirnalda, mini-libros con papel reciclado y hasta sábanas: cualquier pedido es válido si se ajusta al contenido. Como mínimo, se fabrican 50 libros; como máximo, 200 (porque, dice Macció: “¡La confección puede ser agotadora!”). Acerca del libro como objeto artístico, la coordinadora de Siempre de Viaje apunta que implica “pensarlo como un todo, con un adentro no disociado de lo que está afuera”, en contraposición a la despersonalización de las propuestas comerciales.
Nota publicada el 27 de octubre de 2011 en Tiempo Argentino