martes, 24 de enero de 2012

Viajera visita el Club Cultural Matienzo

Viajera visita

Miércoles 1ro de febrero, 20 h
Club Cultural Matienzo (Matienzo 2424)

¡Los esperamos para compartir más letras de verano!



Vienen a leer:

Eugenia Coiro
Nicolás Di Candia
Virginia Janza
Karina Macció
Cecilia Maugeri
Belara Michán
Nadina Tauhil

y más invitados especiales!

Entrada libre y gratuita

¡Ya nos pueden encontrar en librerías Cúspide
y comprar los libros on-line
desde cualquier punto del país!

lunes, 23 de enero de 2012

Sobre "ranamadre" de Nadina Tauhil



VIAJERA VICEVERSA
un autor lee a otro y viceversa

En esta entrega les presentamos a Nicolás Di Candia, autor de Léame,
leyendo ranamadre de Nadina Tauhil.

Apuntes al leer ranamadre


Me puse a leer ranamadre sin esperar a que saliera impreso. Nosotros, los autores, tenemos acceso prematuro a las obras de algunos de nuestros colegas. En general lo que escribe Nadina, con ayuda de algunos aspectos de la temática, me hacen acordar a los libros de biología que son una parte importante de mis lecturas ociosas. Lo que se registra a continuación son algunas de las cosas que se me cruzaron por la cabeza mientras leía. No es una interpretación ni lo que usted, amigo lector, atravesará cuando lea ranamadre.

  • ¿La mujer es una variante del hombre o al revés? Si hubiera un solo sexo, ¿cuál sería? Seguramente ninguno, aunque he leído que el que está de más es el masculino. El hombre es mujer hasta que se demuestre lo contrario.
  • Una célula se abre, como un pacman en reversa que vomita los puntos. De ella sale otra célula, que en realidad es la misma. ¿Cuál es la original? Las dos, y ninguna.
  • El monstruo sale de adentro, como el aspirador de Yellow Submarine invertido. De adentro salen todas las personas, los hombres y mujeres. Del cuerpo sale la civilización, el Universo. Bueno, el Universo no, pero no se enteraría de su propia existencia si no fuera por nosotros.
  • La tijera abre las piernas y el papel, que era uno, se convierte en dos.
  • Las células forman cuerpos. Mi cuerpo está formado por células. Yo estoy formado por células. ¿Mi cuerpo es yo? ¿Podría prestarlo a alguien? ¿De quién es? Yo no pertenezco a nadie. ¿Mi cuerpo pertenece a mí? Quiero trascender mi cuerpo y quedarme sólo conmigo.
  • La placenta es un órgano que está dentro de un cuerpo, y se encarga de separar a otro cuerpo que está dentro del mismo cuerpo que ella. Cuando es tiempo, el otro cuerpo y la placenta son expulsados. En algunas especies y culturas, la madre luego se come la placenta. Esto evita atraer predadores, que podrían comerse al hijo que acaba de nacer.
  • Cuando nazco, eso que yo soy todavía no es yo. Con el tiempo seré yo, y me encontraré ahí. Y si tengo suerte no me sentiré atrapado.
  • A veces siento que mi cuerpo no está a la altura de contenerme. Mi cuerpo no me quiere, y yo no quiero a mi cuerpo. Nos peleamos, pero no podemos ir cada uno por su lado. Nos necesitamos y al mismo tiempo nos boicoteamos. Es una lucha en la que llevo las de perder. Tarde o temprano, el cuerpo me gana. No puedo con él.
  • La piel es un límite flexible, permeable. Se adapta perfectamente a mi contorno. No deja escapar el agua que me forma en gran parte. Sin ella, el líquido escaparía y quedarían los otros elementos que me forman, que ante la primera brisa escaparían y pasarían a formar parte del entorno.
  • Cuando en el subte alguien ocupa el lugar donde estoy, la piel se corre y deja bien marcado el límite.
  • El cuerpo que se muera. No me importa tanto. El problema es que con él me muero yo. Si todo sale bien, a la ciencia le quedan algunas décadas para resolver este problema.
  • Dios es inmortal porque no tiene cuerpo. Así cualquiera. Tal vez tuvo cuerpo en algún momento, y ese cuerpo no está. Podríamos pensar que el cadáver de Dios es algo que vemos siempre. Tal vez sea el Universo.
  • Las células se van cambiando. Los cuerpos se reemplazan. No soy el mismo que hace un año. Ese cuerpo ya no existe, forma parte de la atmósfera, incluso tal vez de otros cuerpos. Como si me repararan en el taller Polvorín. Me ponen repuestos nuevos y salgo a andar por el túnel del subte A. Viejo, porque soy la continuidad de un tren belga de 1912. Nuevo, porque todas mis partes han sido reemplazadas una y otra vez.
  • Lo bueno del cuerpo es que es portátil. Si no, seríamos plantas, y tal vez soñaríamos con caminar. David Attenborough nos enseña que algunas plantas caminan. Pero su ritmo es lento, imperceptible. Las plantas se mueven sin dejar de estar quietas.
  • A veces me vendría bien un cuerpo de segunda mano. Un yo menor, descartable, para mandar a lugares peligrosos. O a eventos a los que no quiero ir. Mientras, al otro lo preservo, dedicándolo sólo a lo que vale la pena. Creo que hay una película de esto. No la vi.
  • El teletransporte consiste en desarmar la estructura de un cuerpo, convertirla a datos y transmitirla como una señal a otra parte del mundo. Es una gran idea que deja el interrogante de si el transportado sigue siendo el mismo. Ahora, un uso limitado de esa tecnología permitiría hacer backups de uno mismo. Sin teletransportarnos, sólo nos convertimos a datos y los guardamos en un disco rígido. Luego, si llegamos a tener un accidente, podemos reconstituirnos a la fecha del último backup. De esta manera, no sólo podríamos sobrevivir, sino que podríamos volver a la juventud. Aviso que voy a hacer un cuento de esto. Si a usted le gustó la idea y lo pensaba escribir, lo siento. Canté pri.
  • Me gusta hacer pan. Amasarlo, crearlo de la nada. Unir ingredientes separados. Con cuidado, con suavidad, darle forma. Después dejarlo levar. Alejarme, no molestarlo. Cuando leva toma vida propia. Nunca sé cómo va a salir. Después lo cocino, y lo voy vigilando para que no se queme, hasta que abro el horno y lo saco con las dos manos enguantadas. En ese momento, me lo como.
  • Hay hombres que se interesan en las mujeres sólo por el cuerpo. Hay mujeres que no saben que tienen otra cosa. Ésas no me interesan. Que se vayan con los otros.
  • Hay que alimentar a la muñeca. Acostarla, vestirla, llevarla a conocer el mundo. Pero no come, ni conoce, ni se mueve. La muñeca es sólo cuerpo.
  • Cronos también se tragó a sus hijos. El objetivo era que no lo reemplazaran en el poder. Su estómago, sin embargo, no digirió a sus hijos. Se mantuvieron vivos dentro de su cuerpo. Cronos era una multitud. Cuando Rea dio a luz a Zeus, le entregó a Cronos para comer una piedra vestida, y mandó a su hijo a que fuera criado por una cabra. Ya grande, Zeus obligó a su padre a vomitar a sus hermanos, y a la piedra. Más tarde lo reemplazó, y fue el rey de los dioses. La sucesión es un problema cuando se es inmortal.
  • Uno nace siendo el último eslabón de la cadena. Sería algo egoísta dar por terminado el linaje propio. Es como una falta de respeto a todos los millones y millones de seres que fueron necesarios para que yo existiera. Es también un desafío: continuar la cadena. ¿Estaré a la altura?
  • Es jodido ponerle nombre a un hijo. Se corre el riesgo de ponerle uno incorrecto, que no lo describa. Después el hijo se tiene a sí mismo, compitiendo con su nombre. Por eso hay que poner nombres que no traigan expectativas. Que sean coloreables, para que cada uno lo haga propio.
  • No puedo tomar distancia de mí. No puedo verme desde otro punto de vista. No en las tres dimensiones. Sólo se puede hacer en el tiempo. Veo otros yo que fui, a la distancia. No los puedo modificar. Sólo puedo cambiar al que soy ahora, para que el del futuro sea distinto.
  • Hay ranas que ponen huevos en las hojas de los árboles que están sobre el río. Los renacuajos se crían en esa humedad. Cuando están listos salen del huevo y se tiran al agua. A veces viene algún insecto y empieza a comer renacuajos indefensos. Como los huevos son transparentes, sus hermanos ven lo que ocurre. No lo pueden ayudar. Pero pueden salvarse ellos. Uno se anima y, así como está, salta. Los otros lo siguen. El insecto sólo puede comer a los que no salieron de esa guarida.

Cuando terminé el libro, me quedó una sensación distinta de la que pensaba que iba a tener. Eso es lo bueno de leer en lugar de asumir. Creía que iba a ser un libro muy femenino, y que me iba a costar conectarme. Me encontré en su lugar con un libro de cuerpo (tal vez un libro de cuerpo es ideal para leer en el baño, cuando uno está yendo de eso mismo). Me quedé dando vueltas en la idea no tanto de ser hombre o mujer, sino en ser adulto. Terminar de crecer, ser un ser completo. Terminar de empezar a ser. Es un paso que todavía me resisto un poco a dar. Genera toda clase de ansiedades, miedos, inseguridades. No voy a decir que ranamadre se trata de eso. Pero ésa fue la parte mía que más se conectó. Y aunque no sé si es razonable, me dieron más ganas de terminar de una vez de dar ese paso.

lunes, 16 de enero de 2012

Sobre "Bengala Hotel" de Eugenia Coiro


VIAJERA VICEVERSA
un autor lee a otro y viceversa

En esta entrega les presentamos a Belara Michán, autora de cuerpoadentro,
leyendo Bengala Hotel de Eugenia Coiro.

Bengala Hotel: Donde llegan las palabras, para quedarse, para irse 

La primera habitación de Bengala Hotel está llena de calor, agobio, ganas de echar culpas afuera y esconderse. Pero hay un deseo que se impone y sobrevuela como cucarachas en el aire: las ganas de escribir. Aún cuando no se tenga nada que decir, o justamente, porque las nuevas ideas se han perdido, hay que volver a ovillar, desovillar, sumergirse en esta incómoda pero ansiada y necesaria tarea. Para eso hay que mirar las palabras (cualquiera sea) desde adentro, para que aparezcan las imágenes y los descubrimientos (como aquel de “Con el palito hurgando”). También así van surgiendo reflexiones sobre la lengua y la escritura. Si ser poeta y pensador al mismo tiempo, como se propone con astucia en “[Deshacerse de las palabras]”, es una obscenidad, entonces éste es un hotel poco decente. Incluso hay cuartos especialmente reservados para los amantes cuestionadores de la lengua. Estos cuartos/poemas aparecen al principio, a la mitad y al final del libro. Evidentemente esta “obscenidad” está al acecho y aunque se la pretenda enmarcar bajo corchetes, se escapa como el Pájaro queriendo entrar en el ombligo de la niña. Escribir en Bengala Hotel no es cómodo, cansa, supone mirar mucho las palabras, usarlas para construir condenados castillos, laberintos. Pero sucede y atrae a los ojos que se arriman. Porque una vez inmersos, es difícil salir. Precisamos hurgar y descifrar qué esconden estos cuartos misteriosos, por momentos oscuros, mágicos, descentrados, divertidos, abrumadores. 

¿Me quedo o me voy?

Frente al abismo de la hoja en blanco, sentimiento que asfixia las ideas, Eugenia Coiro propone un método: el azar, tirar palabras al aire. Ella elige tres: Clavo/Bengala/Hotel. Confiesa que son difíciles. Sin embargo, ¿son poéticas o no? ¿Hay una medida para “lo poético””? El secreto tal vez está en la mezcla, en la combinación, en Meditar cada palabra como si fuese la última. Sin embargo, es probable que toda fórmula para aprehender las palabras fracase. Ellas parecen tener vida propia. Uno piensa que las elige, pero quizás sucede lo contrario. El poeta es víctima, es pinchado por las palabras que Son capaces de todo para ser elegidas. El poema “Pero si la vida” me recuerda a la famosa obra de los Ballet Rousses “La consagración de la primavera”, donde en líneas generales se elige a una virgen para ser sacrificada en honor al regreso de la primavera. En el poema de Eugenia sucede algo similar pero inverso: las palabras hacen ronda en torno al sujeto poético intentando ser seleccionadas. Quien se queda vivo pero preso es el poeta, que debe subsistir a las crueldades de las palabras. Escribir es correr riesgos. Es un acto de valentía, de desocultamiento, aunque sea difícil precisar qué es lo que no se quiere ver, qué se resiste a ser escuchado. Pero no es solo animarme. Hay que trabajar. Y ahora sí la frase que borro del espejo: “trabajar cansa” (…) Cuando pienso en eso/me quiero ir]

¿Y a dónde?

Este texto/hotel está lleno de pasillos que nos conducen a distintas habitaciones (todas fascinantes y diferentes). Algunas de ellas nos permiten indagar el estado (mental, emocional y corporal) entre querer permanecer y salirse de sus cuartos; como así también la necesidad de escribir y sentir que es imposible hacerlo. Eugenia Coiro decide quedarse y se anima a nombrar esas bolas que la acechan, que es una y son muchas a la vez. ¿Y qué mejor evidencia de esto que los mismos poemas? Además de permanecer, la poeta se mancha el vestido, se pincha el clavo y vomita una literatura  que, sabe, puede desembocar en cualquier canal. Porque hay A veces, y A veces no. Bengala Hotel construye un espacio de tierra movediza donde no podemos definir dónde estamos y a dónde llegaremos, porque somos duros y de pronto reímos, o somos grises y de pronto cantamos. Sin embargo hay un terreno, al fondo del pozo/en el espacio tibio y líquido del cuerpo, donde algo está en gestación, creciendo, multiplicándose, y hay que dejarlo ser, dejarlo salir:

no es solemnidad
ni tragedia
no es el fruto del amor
y hay que abrir la boca
dejarlo salir
volar
abrir las piernas
o la cabeza
abrir los ojos
abrir
y soltar







lunes, 9 de enero de 2012

Sobre "cuerpoadentro" de Belara Michán

VIAJERA VICEVERSA
un autor lee a otro y viceversa

En esta entrega les presentamos a Eugenia Coiro, autora de Bengala Hotel,
leyendo cuerpoadentro de Belara Michán.



A merced del cuerpo y del lenguaje

cuerpoadentro empieza con minúscula todo junto, como diciendo: las palabras van a ser mías, las usaré, las moldearé para decirte o para intentar contarte lo que veo, siento, me pasa. cuerpoadentro es un viaje de conquista, una travesía hacia lugares desconocidos, una aventura exploratoria unas veces hacia el interior del propio cuerpo, pero otras hacia el cuerpo ajeno, el cuerpo del amado, del deseado.
cuerpoadentro crece desde la aparente inocencia en formas de manzana roja brillante y reluciente sin máculas ni magullones, del olor a limón o la textura de la canela, hasta los gritos silenciosos del no saber o del saber y no poder. El yo poético no evita la duda, no elude sus necesidades, se formula directamente las preguntas que van surgiendo a medida que va quedando enredado, atrapado por la poesía y el lenguaje. Y una vez ahí, con las palabras atoradas inicia un camino hacia fuera, una salida que será forzosamente recorrida con las mismas palabras, un sendero que se va forjando con la sangre, con el cuerpo y con el redescubrir la asignación del sentido de las palabras que nombran el propio ser, el propio cuerpo, y los límites con el Otro.
Las palabras que no alcanzan, que parecen no estar a la altura, no llegar a tiempo para decir el cuerpo del otro mezclándose con el propio, entrando, fundiéndose, el amor. El yo poético atrapado en las palabras y como Pizarnik (más que invitada) destinada u obligada a ir, solo hasta el fondo. Pero en el fondo, en cuerpoadentro no está la soledad completa, no está el desahucio; está el otro, el amado, el deseado, el cuerpo desconocido, por conocer. Están los territorios a explorar con los ojos y con las palabras, están los intentos de conectarse con el exterior mediante el cuerpo y el lenguaje. Y es en este punto del viaje en el que los sentidos vuelven a ser la fuente del conocimiento “vertebra por vertebra” verlo al otro, reconocerlo, porque dos bocas necesitan “la cercanía/ el tibio encastre”.
Finalmente, recorrer el cuerpoadentro escrito por Belara Michán es dejarse llevar en este viaje intenso por un cuerpo que lejos de ser un mero envase de interioridad, es la fuente de placer y el punto de conexión con el amado. Y también un viaje en el que se puede vislumbrar cómo a veces la poesía acorrala al poeta y no lo deja escapar.

Eugenia Coiro