VIAJERA VICEVERSA
un autor lee a otro y viceversa
En esta entrega les presentamos a Nadina Tauhil, autora de ranamadre,
leyendo Léame de Nicolás Di Candia.
¿Te
atrevés?
Leáme
es para mí, por sobre todas las cosas, un libro atractivo. Con un título
conjugado en imperativo, ¿podría no serlo? Creo que la elección del título en
este caso fue fundamental ya que sienta las bases para una invitación que se
sostiene a lo largo de todo el libro. Una invitación a leer de otra forma,
sostenida por la lógica que plantea Nicolás Di Candia, utilizando no sólo el
texto, sino todo lo que hace a un libro (el paratexto que incluye desde el isbn
hasta la biografía del autor) para acercarse al lector de otra manera darle
otra perspectiva para la lectura.
Guiada
por la curiosidad acepté la invitación y me adentré en el índice. Soy bastante
ansiosa cuando de leer un libro se trata y hojear el índice suele calmar mis
ganas de saber con qué voy a encontrarme y me permite entrar en la lectura ya
más serena. Con Léame me pasó lo
contrario. Estaba leyendo desde un pdf, antes de que el libro estuviera impreso
-no podía tolerar un día más sin leerlo- y me encontré con títulos como “gaseoducto”,
“hisóposis”, “coquerío” y entonces pensé: falta corregir cosas, hay palabras
que quedaron mal escritas. Medio segundo más tarde, luego de caer en lo
estructurada que puedo ser a la hora de la lectura y de retarme por eso,
recordé lo que ya sabía: el autor de Léame
es Nicolás Di Candia. En todos los textos que había leído de él previamente
(que fueron varios) los refranes y las palabras se volvían otra cosa y el
intento de contar la realidad tal cual es se vuelve la mejor invitación a un
nuevo escenario. Entonces lo hice: abandoné mis hábitos, dejé el índice y volví
a empezar por la primera página dispuesta a sorprenderme, como una niña.
Así
entré entonces en los mundos de Léame,
intentando ser ingenua pero no siéndolo por completo. Porque muchos de los
textos toman algo ya conocido por todos y lo dan vuelta (como las maravillosas
parodias de Alicia en el País de las Maravillas y El extraño caso de
Dr. Jekyll y Mr. Hyde), lo desarman, lo recrean y lo vuelven a armar de
otra forma, con la pregunta “qué hubiera sido si” como rectora, y yo me quedaba
pegada por momentos a eso ya conocido. Volví a retarme. Es verdad que yo había
leído Alicia en el País de las Maravillas,
que sé quién es Domingo Faustino Sarmiento, que me enseñaron sobre los
acueductos. Pero, ¿qué pasaría si yo no supiera todo eso? ¿Si yo fuera una niña
que primero se acerca a Léame y luego
a Alicia? Entonces lo entendí: los cuentos de Léame funcionan más allá de eso, son verosímiles, entrañables, hilarantes
se sepa quién es Sarmiento o no, se lea con ojos de niño o con ojos de adulto.
Y en esto el humor, que recorre el libro de principio a fin, juega un papel
fundamental, porque puede entenderse en varios niveles, y por eso me me acordé
de repente de otro gran dibujo animado: Shrek.
Me gusta mucho esa película y si hay algo que recuerdo de cuando la fui a verla
al cine es que los adultos nos reíamos tanto como los chicos, y que estos se
reían a pesar de no haber visto Misión
Imposible, ni Matrix ni entender
que todos los cuentos de hadas juntos estaban siendo parodiados. Léame, como Shrek, utiliza la parodia como forma de cuestionar lo conocido,
tornando lo “serio” en algo cómico plausible de ser mirado con otros ojos, ojos
de niño, de viajeros llegando por primera vez a una tierra extranjera o, lo que
es mejor, con ojos renovados que vuelven a mirar nuestra propia ciudad
(nuestras propias lecturas conocidas) como turistas.
Nicolás
Di Candia crea una aventura e invita al lector a adentrarse en ella. La
recompensa para el que se atreve es mirar con otros ojos, volver a ser niños
por un rato. Vos, ¿te animás?