viernes, 18 de junio de 2010

Viajera Viceversa Viajera Viceversa Viajera Viceversa


Viajera Viceversa
Viajar de un libro a otro, escribir en el aire.

Un autor lee a otro, y viceversa.
Los dos se encuentran,
se miran, se cuestionan.
Se asombran.
Se vuelven a leer.


Miércoles 30 de junio, 19 h
en librería Santiago Arcos
Puán 481, 1º piso - Caballito
-Arriba del café Platón, frente a Filo-


Cuatro parejas de escritores:
Ricardo Czikk*Loreley El Jaber
Virginia Janza*Mana
Cecilia Maugeri*Jimena Repetto
Gabriel Kirchuk*Ting Ting Mei


Entrada libre y gratuita

miércoles, 16 de junio de 2010

El devenir del lenguaje en palabra apasionada: una lectura de "Lengua Espiral" de Perla Quinteros

Un lenguaje nuevo está naciendo. La voz en el poema gira infinitamente, como en un remolino, encarando diferentes perspectivas. Se une, se desarma, se destruye, se vuelve a unir -ella misma y también su lenguaje- una y otra vez. Porque es a través de esta destrucción de la palabra que el sentido estalla: el amor, concepto-multiplicidad, nace desde el fondo de las letras, surge a través de la capa-piel-lenguaje, aflora en su plenitud:

“DE AHORA EN ADELANTE
ya no hay excusas
para no mirar
ESTA PIRÁMIDE QUE SOY
DE PAPEL Y DE PALABRAS
que me construyen la vida
que soy
QUE ES DE LETRA
Y AMORES”

El amor, como también el lenguaje, es una membrana que se quiebra. Puede ser unión y posesión, desgarroy pérdida: la desolación del espacio en blanco, el quiebre de sentido en las palabras que se despegan de su significación original. Pero incorporan, a su vez, un oleaje vertiginoso de nuevos significados. Hay una voluntad del yo poético de dejarse atravesar por las letras, permitir que el cuerpo mismo se parte, un cuerpo que ama (a través de la palabra, a través del poema) aún sabiendo que ese amar incluye someterse al desamparo, a la pérdida:

“quienes me lastimaron
no abrieron la puerta
(…)
yo sí
dejé entrar
(…)
pero con piernas
de bailarina clásica

y hueso frágil
fractura
que se astilla
pulveriza
desmateraliza

mi
(la)
cabeza
iza”


En este movimiento de ruptura del lenguaje y del cuerpo, se puede ver una voluntad de definir el amor como también una necesidad de autodefinirse.

“no hay definición que resistabarque
el amor”


Y es precisamente debido a esa incapacidad que el lenguaje se rompe: busca acercarse al amor a través de trizar la palabra, hacerla múltiple como el amor mismo, lograr que en las letras se plasmen reflejos posibles -nunca únicos- del amor en sus distintas facetas así como también de la voz poética, voz-que-ama y cobra sentido en la palabra-espejo, en el amar mismo:

“hay algo que no cambia
el te estaba amando
me da sentido
forma
espejismo
y quizás
no sea nada
pero la nada
no se configura en mi mente
cuando te estoy amando”

El lenguaje es el acceso a la membrana más interna, más enigmática y resguardada ya que para poder llegar es necesario traspasar la primera membrana que paradójicamente es el lenguaje mismo: se trata de ver debajo de la piel de las palabras, animarse a transgredir, a buscar el significado más íntimo, el que yace bajo la cotidianeidad de la palabra:


“ver
la vida
en tus ojos
desde los míos

tan distintos
que enfocan lento
pero leen
más allá
de las palabras
los silencios
(…)


algo


más”



Lengua Espiral se acerca a lo más íntimo, a lo más complejo del “amor y otras membranas” proponiendo un redescubrimiento del lenguaje: las palabras se presentan nuevas, originales, múltiples y es el lector quien está invitado, como en un juego, a construir significados, a buscar en lo más hondo, a investigar los horizontes que se forman en cada vuelta del viaje espiralado. Se trata, entonces, de dejarse conducir por las letras y animarse así a atravesar la propia membrana para llegar, a través de la palabra apasionada, a lo profundo del amor y sus distintas caras.

Julia Fernández Laín

viernes, 4 de junio de 2010

Las branquias de la infancia: una lectura de "La playa" de Loreley El Jaber


Mi infancia es el perfume del mar y la arena.

Así se abre La playa de Loreley El Jaber, definiendo la infancia a partir de la experiencia sensible. No se trata tanto de un recuerdo como de la continuación de momentos vivos, no detenidos en el pasado. Aquello que ha sido visto, olido y tocado conforma el material del que está hecha la infancia y la dota de un sentido siempre variable. De ahí que ver, oler y tocar sean las acciones privilegiadas por la voz poética de La playa. Acciones que dejan sus marcas a manera de escrituras corporales. El contacto con el agua, el viento, la arena, el amante, o las manos maternas son las sensaciones que tejen la red de continuidad con la niñez. Con estos poemas, la autora nos invita a pensar y sentir el tiempo como lo que realmente es: una construcción.

La poesía se propone aquí como prolongación de la niñez, dilatándola. Porque enriquecer la infancia es enriquecer el lenguaje y precisamente el entretejido de diversas lenguas es lo que aquí se pone en juego. No se trata de un niño contándole a otro sino de situarse en la visión inocente del niño cuando ya conocemos la experiencia de su pérdida.


Soy la protagonista de una película familiar.


Ver una película de la que ya se sabe el final pero descubriendo nuevos elementos dadores de sentido antes ausentes y que permitan, quizás, encontrar un nuevo sentido para las últimas secuencias. Reviviendo escenas pasadas, dándoles su lugar en el presente bajo la nueva mirada es que éstas pueden enseñar algo de la propia identidad:


Saber de mí
en la arena, en la tarde calurosa de verano, en la siesta aburrida del domingo.
Saber de mí en la lectura sumergida, en la risa sin ruido, en el amor desmedido.
Saber de mí en el revolcarse serpenteando en los pisos de mis casas
en el recorrido desesperado oliendo ropas ya perdidas, olvidadas.
Saber de mí en los detalles de lo simple, en la alegría pavorosa, en el abrazo sostenido.

Del mismo modo que las olas definen el espacio de la orilla a condición de variarlo siempre, al punto tal de que la diferencia entre mar y tierra sea imposible de determinar, la relación entre el niño y el adulto no es aquí de tensión entre opuestos sino de complementariedad, de mezcla, de desborde. Despertar al erotismo no es abandonar la infancia sino ingresar en una de sus variantes. Es en el juego de los cuerpos que la mujer-niña de estos poemas explora para encontrar en la sexualidad uno de los órdenes posibles de lo real:


El sonido de lo real
sólo lo da el hueco abierto entre mis piernas.

Así como antes era un conjunto de sensaciones la condición de posibilidad para definir a la infancia, ahora es otra experiencia del cuerpo la que conduce al ámbito de lo real y la define como mujer.

La escena es simple: mar, arena, sombrilla y mucho sol.


Una escena simple, una fotografía sencilla ofrece este conjunto de poemas. Una cotidianidad infantil que tuvo lugar en el pasado es ahora presentificada. Experiencias adultas son también continuación de esa misma niñez. Como un oleaje que regresa y se expande, La playa busca volver hacia la infancia y ensancharla, desde el recuerdo, desde la invención, para resignificarla. En ese ritmo oceánico se juega la construcción del libro. No es tanto la mirada del niño como la del adulto que busca recuperar la niñez para dotarla de nuevos sentidos y es ahí donde la escritura de Loreley El Jaber encuentra uno de sus mayores valores.

Guido Gentile

martes, 1 de junio de 2010

Viajera en Konex



Algo de lo que se podía degustar.




Alfombras mágicas para viajar.
En todos los tamaños y colores, para todos los gustos, para todas las sensaciones.

Mayo, 2010, festejando el bicentenario.