Cajón
del Azul
Salté y me tiré de cabeza. La norma
era no pensar, tan sencillo y profundo como eso. De lo contrario,
perdías la oportunidad. El ruido cuando entré en el agua,
zambullida limpia de brazos estirados, marcó algún lugar sensible
de mi mente:
Me deslicé en una curva que creí
perfecta buscando la superficie, respirar. El movimiento, una
extensión del envión, continuidad del salto. Lo siguiente, quizá
lo primero, indisociable del tacto, fue el frio penetrando la piel,
picándola, recorriéndola, pulsando su tensión, el cambio de su
contextura.
Nadé rápido hasta la orilla. Una
olla de agua de deshielo, el sur. Salí empapado y muerto de frio,
temblando hasta los dientes. Feliz, por sobre todas las cosas.
Axel Levin, 2014.
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