jueves, 29 de enero de 2015

Al fondo - Axel Lexin



Al fondo
unos puntitos negros se mueven
despacio
hacia atrás.

Esas casitas contrastan con los postes de luz
se suceden de a flashes.

En el medio hay un sinfín de velocidades:
árboles, personas, cambio de color en el pasto
rejas, vacas, y un molino.

Es mediodía
no hay sombra. 







Axel Levin, 2015.
Kirk Crippens

sábado, 24 de enero de 2015

Karin Godnic sobre "Agua o niño que corre", de Eugenia Coiro

Verdeoscuro

Por Karin Godnic

De modo que esto es la orilla.
(...)
La revelación
oculta bajo el agua
la distancia invisible
imposible.

De modo que esto es la orilla. Un borde impreciso. Un contorno que se dibuja y se borra. Se dibuja y se borra. La última porción de tierra antes de tocar el agua. Las grandes aguas, inmensas, hondas. Las aguas quietas que dan miedo. Las aguas indómitas, irrefrenables, peligrosas. Aguas tan profundamente bellas como enigmáticas. El río. La laguna. El mar. Nos imantan. Nos atraen.

"Agua o niño que corre" nos sitúa ahí, en la orilla. En esa última franja, donde el terreno ya empieza a ablandarse, a humedecerse, a hundirse, a mezclarse, a fundirse, a hacerse fondo. Hondo. Nos sitúa ahí. Lejos de todo. De los hombres, de las casas, de las sillas y las mesas. De nuestra cama. Lejos de los libros, de las luces de la ciudad. Lejos de todo lo construido. Para nuestra comodidad y seguridad. Nos deja solos. Parados al borde de un mundo ininteligible, regido por leyes inasibles, sometidas todas las vidas a las arbitrariedades de la naturaleza.

Los más pequeños habitantes del mundo acuático se mueven allí, cerca de la orilla, donde las aguas no son tan profundas. Renacuajos, mosquitos, diminutos peces. Allí gozan de "cierta seguridad". Escondidos entre juncos, algas, ramas caídas, deshechos y piedras. Hay adónde esconderse. Las criaturas más grandes y peligrosas no llegan hasta ahí. Necesitan más espacio, nadan en aguas más hondas.
Claro que la tierra también esconde peligros y amenazas. Aves, reptiles. Patos. Sapos. Insectos.

La orilla como una encrucijada. Un límite. El lugar fronterizo donde se detienen aquellos que vienen huyendo, porque "hasta ahí llegaron". Es un sin salida. La amenaza por delante y por detrás. Lo inmenso. Lo imposible. Todo es desmedido.
Atrás, los matorrales. El bosque de los grandes árboles. La vegetación densa como una gran mole verde levantada a nuestras espaldas. Si se abre un claro, un estrecho sendero por dónde escaparnos, será para perdernos.
En frente, las aguas. Como un enorme y perfecto espejo. Como una pregunta difícil. No sabemos nada de ella. Solo se nos muestra un borde tan mínimo, tan ínfimo... Es como si la naturaleza se esforzara por desviar nuestra atención de sus misterios más profundos. Retiene nuestra mirada en la superficie. En el bello paisaje. El cielo azul. Los infinitos reflejos. Las ondas que dibuja la brisa suave. Los mosquitos patinadores. Un ruido y un movimiento en el agua. ¿Qué fue? No vimos nada.
Un silencio infinito. Tenso. Intimo. Sostenido. El canto de un ave. Un croar. El sonido del viento, de la brisa. Ni un grito. Ni un llanto. Ni una palabra.

No sabemos nada.
Solo el amor y la muerte, dos extraordinarias, misteriosas y poderosas fuerzas, nos darán el impulso para saltar al vacío. Una tentativa de cruzar el umbral para develar que hay detrás, que hay debajo. Luego deshacernos, disolvernos, transformarnos. Devenir.

Muerte y metamorfosis

el niño no reza
no sabe
no sabe madre
no sabe mundo
solo sombras o algas
solo un sueño que insisite
en pesadumbre
una consistencia verdeoscura
algas delante de los ojos
nublando la vista


En "Agua o niño que corre", desde el principio, la muerte es dibujada en el seno del agua como un hondo agujero. Niños que nacen muertos son entregados por sus madres a la corriente del río, restituyendo a la Naturaleza aquello que solo la Naturaleza puede soportar.
La orilla está poblada de niños. Niños muertos o a punto de morir. ¿De qué? ¿Por qué? Niños como fantasmas que deambulan. Huecos, vaciados. Niños somnolientos de espíritu ausente. De espaldas. ¿Están despiertos? ¿Estamos despiertos? "Agua o niño que corre" comienza haciéndonos testigos de las escenas más terroríficas. Como una sucesión sin pausa de las más horrendas pesadillas. Algo así como extraer de cada uno su miedo más profundo y colocarlo ahí de nuevo ante él, muy cerca. Esos primeros terrores de la infancia. Voy a morir, me atacan, me persiguen. Caigo. No puedo hablar, estoy mudo, abro la boca y el sonido no sale, no puedo gritar, no puedo moverme, no puedo correr. Niños perseguidos. Amenazantes. Amenazados. Niños muertos. ¿De qué se ríen? Niños solos. Niños rotos. Niños testigos. Víctimas y verdugos. Asesinos o asesinados. Niños presintiendo confusamente que así será la vida: llena de cosas extrañas, horribles, indecibles. Una amenaza que crece como un Gran Monstruo proporcional a nuestro Gran Miedo. Infancia y muerte. Terror y delicadeza. Un suave espanto se apodera de nosotros. La dulzura y el horror. La vulnerabilidad y la perversión.

Floresta. Karin Godnic
Niños muertos. Entregados al agua que arrastra, al río que lleva, que tapa, que rompe, que vence, que esconde. Arrojados a su devenir, río abajo, sin quejas ni lamentos, callados los cuerpos, se dejan llevar. Por la corriente. La gravedad de las piedras. Caen. Ya abierta la grieta, la abertura, el hueco. Se abisman. Se hunden. Suavemente y hacia abajo. Se deforman. Se desarman. El niño deshecho / corre río abajo / los fragmentos / cada desecho ínfimo. Se disuelven. El niño deshecho ya no llora porque es uno con el agua.

La escena metamorfoseante guarda en sí un lastre, una densidad, una lentitud, un germen. Una fuerza irrefrenable que empuja hacia abajo. Rompen el cristal, la superficie. La atraviesan y descienden lento abajo abajo abajo buscando en la profundidad de las aguas lo que esconde el espejo- reflejo arriba. Abajo/ el negro azul o verdoso marrón de la nada. No son corrientes de aguas claras. Tal vez sí, solo a veces, tibias. Esta es un agua muy especial. Más honda, más lenta, más pesada, muerta- viva, dormida a punto de despertar.
Oscura.
Es difícil que el agua oscura se aclare.
Se tira mucho cloro en las piscinas para que el agua no se pudra. Acidos, líquidos tóxicos y venenosos. Para mantener el agua limpia y transparente. Un par de semanas sin cuidados son suficientes para que el agua comience a "verdearse". Y en unos pocos meses, ya es imposible ver el fondo. En un año, un lecho de podredumbre verdeoscuro crece en lo más hondo. Alimento y guarida. Lo muerto y descompuesto. Lo pequeño y lo naciente. Mosquitos, renacuajos, hojas podridas, ramas, frutos, cucarachas. Crecen. Se reproducen. Llegado a este punto, hay que vaciar completamente la pileta para volver a llenarla de agua limpia. Barrer el fondo, cepillar el verdín pegado en las paredes, en el piso. Patinoso. Gelatinoso. Olor a musgo y a fango. Limpiar, "clarear" las aguas será también dar fin a esa vida que crece oculta, secreta, en la oscuridad. Matar los frutos. Los hijos. Los huevos. Las larvas. Un crimen.
Imaginemos la dificultad de vaciar un río. O una laguna. Dragarlos. Limpiarlos completamente.
Jamás un agua oscura se aclara.

Y el huevo crece
protegido de la luz
acunado
frío
solo
único
en la profundidad
en la diversidad de la vida acuática.


Un amor extraordinario

Una mujer espera en la orilla de la Laguna.
"Me pregunto donde surgirá/ cuando/ el Otro, el gran monstruo"
En el borde, mirando hacia adentro, la mujer duda. Hace cálculos. "¿Me quedo?/ Para siempre un poco diez minutos es un montón ¿cinco?". Junta valor. Está sola. De pie en la orilla. Lucha contra la propia voluntad de acercarse a lo incierto, lo imposible, lo inaccesible del Otro. Está sola. Espantada. Enamorada. Conoce el miedo. Conoce el riesgo. El único amor posible es el amor mortal que se esconde en la laguna. "Dar un paso es aventurarse".
"Me inclino y busco/ pacientemente/ algun indicio/ una pequeña huella".
Un movimiento en el agua, una sombra, casi imaginaria, deja como rastro el espanto de algo grande y vivo allá abajo. Técnicamente invisible. Recóndito. Vago. Un secreto de la "vida natural". Ve sus ojos como mandíbulas. Obedece. Hay una mirada a la que no podemos resistirnos. Abre las aguas. Entra. Cree en lo increíble.
Finalmente, algo se desencadena en ella. Salta desde el borde. Se des-borda. Cae en el Otro. Está enamorada. Imantada. Hipnotizada. El agua brota, se expande. La masa del océano informe. Aquí sí que hay muuucho lugar. Ahí estaba. "En el mar, absorbida, perdida". Es tragada, devorada, engullida, fecundada por pura fascinación. Fertilizada. Desmayada de amor. Vaciada. "Completada/ llenada". ¿Está muerta? ¿Está viva? "Su cuerpo ha desaparecido." (...) "El mar como una madre arrastra todo". El mar de fragancia masculina, "la espuma esperma". "El mar lo es todo". Una fusión perfecta, como un estado de gracia. "La soledad disuelta/ en comunión áspera/ incomprensible". Todos los sentimientos se despliegan sin forma, sin esqueleto, sin bordes. Todo lo difuso, lo indefinido, lo que aún no está formado. "el agua viva inmensa/ unidad/ penetraenvuelve".
Sale del agua chorreando, goteando los cabellos, como un náufrago. "Está viva".
El y ella. La bella y la bestia. El monstruo y la doncella. Se funden. Se confunden. Los amantes se confunden al mirarse a los ojos. Se creen iguales. El "se vuelve de forma casi humana cuando la ve". Ella dice "Soy un monstruo/ el espejo miente o atrasa cuando me devuelve humana".
Todo ser humano espera al animal que lo acecha en las aguas profundas que él mismo ha sido.
¿amor?
¿destino?
reflejo
reproducción de la vida
lo vivo en mí
lo animal

Quien acepta el misterio del amor, acepta el misterio de la muerte. La vida nos sobrepasa, es mucho más grande que nuestro destino. Este libro de Eugenia Coiro deambula por la orilla, con el deseo de diluir los bordes, traspasar las fronteras entre lo humano y lo animal. Lo animado y lo inanimado. Lo poético y lo narrativo. Lo bello y lo monstruoso. Nos abisma en aguas profundas, plagadas de secretos, estremecimientos y metamorfosis. Aguas que dibuja la Muerte y la Vida, la Belleza, el Horror y la Fascinación, el Amor, el Deseo, y al fin, la Unidad. Todos los ríos se adentran eternamente en el mar.

Agua o niño que corre indaga en el misterio, sin traicionar el milagro.


Karin Godnic, 2014.


miércoles, 21 de enero de 2015

abril duele en los huesos - Lorena García



abril duele en los huesos
algunos recuerdos son tumores gigantes
con los que nos acostumbramos a vivir
abril no tiene viento, no tiene aire
abril
ahoga sofoca congela
sangra en las manos
en abril no se siembra ni se cosecha
brota por los ojos y queda latiendo como un corazón seco
sobre el rayo de luz
naranja triste
que ingresa por la ventana
los colores pierden su brillo
abril no es un mes es una huella



Lorena García, Peligrosa horizontal.
Viajera, 2014.




sábado, 17 de enero de 2015

Adelanto de Materna * Ignacio Uranga


abrir un tajo en lo que intentare: asma de la
Grecia antigua tan amada: pude ver, Clara
hoy en sueños un barroso cielo de arenilla
negro tal el río en que lento, tan lentamente
flota blanco un lirio hundido para siempre
negro tal el río en que lento, tan lentamente
flota blanco el lirio hundido para siempre
bajo el cielo, sí, a fin de cuentas cielo el que
a cada quien le toca: inútil paradigma: signos
que mitigan los hachazos, acaso el orden de
las deudas, pasos por la pena: infrecuencia
del vívido, inopinado apagón de lo que se ama:
mnémicos retales cada noche: la siempre puerta
esta vez de par en par y tribulaciones luego, de
corte psicotrópico y trópico también lo que es
alma en tal suceso, mía, tuya, tras una escena
tan semiótica y montada de fracaso: gestos
de fiebre irreversible y sangre por la tos:
órdenes de inventos adecuando lo contrario
también contraria a calmas aguas la escena
en que flota lento un sueño sobre un río negro
en que flota lento el sueño sobre el río negro:
leerás acaso el sino, mi mano tibia a las tres
las bondades, el real converso, obstinado en
tan bajos los párpados: nombrarán ampliactil
intensificadores: dirán es todo, acabaranse
las máquinas, el aire tecnológico: la prensa
no dirá una palabra al menos: atenderá, pues
circunstancias, la educación en crisis, dólar
paralelo, cepo cambiario, nombramientos
modos de nombrar lo que se nombra, aborto
no punible, libertad de expresión, monopolio
de los medios, puja de poderes, datos indiciarios
quirúrgicas deserciones del sexo voluntarias
canasta familiar: habrá entonces la resignación de
esta nada dicha acerca de tu sueño para siempre



Ignacio Uranga, Materna.
Viajera, 2014.



Katerina Bodrunova



viernes, 16 de enero de 2015

Me llené de mierda - María Victoria Verzura

                                                                     Me llené de mierda
                                                                     odio
                                                                     puro
                                                                    derramando entra
                                                                    cada hueco de mi cuerpo.
La silla casi inmóvil junto a mi cuerpo reposado sobre ella, descansa, se hace una la respiración, la espuma azul se eleva debajo de mis nalgas, sosteniéndome. Tarea no fácil, ya que el torso yace sin forma erecta sino más bien lo contrario, lleno de bostezos y lagañas aún metidas en las córneas mismas de mis ojos, que apenas se muestran verdosos.
La hora se hace estática, no disparan los segundos, se hacen eternos. Miro por las paredes vidriadas como el resto simula un hacer que no hace.
Los pensamientos más liberadores son aquellos que están afuera esperando a que yo salga de acá, cruce la puerta y vuelva a ser el ser que busca la vida desde otro lado. Pero tanto le cuesta lograrlo.


María Victoria Verzura, Sentir Óseo.
Viajera, 2010.


Arthur Dove

martes, 13 de enero de 2015

Eugenia Coiro sobre "Palabras que nos nombran" de Axel Levin


 Este libro me enfrenta a un espejo que se halla detrás de las imágenes del mundo. En ese reflejo soy partículas etéreas liberadas en el universo. Me siento parte en una galaxia de sentidos del lenguaje, la luna me acuna tibiamente y luego me libera en viaje abierto. Cada poema es un recorrido por la intimidad, una búsqueda de reconstruir una emoción o un pensamiento. Salto como en una particular rayuela de palabra en palabra. Los puntos de llegada son desembocaduras de cuestiones serias, fuera del juego. Las palabras me cautivan, “Encarcelado ¡¿Yo!? Por palabras”. Sentirse un títere movido por finos hilos que podemos cortar, pero no queremos. Es el camino ondulante de la poesía que nos muestra Axel Levin.

Eugenia Coiro, 2014.






viernes, 9 de enero de 2015

Karina Macció * Minuto Fuego


16.

Ando con el cuerpo roto, estremecido, me duele cada músculo, me duele la cabeza como después de una borrachera terrible. Brutal, vos dirías? Ahora el terrible tiene un matiz un poco más oscuro, todavía no sé cómo definirlo. Cuando el cuerpo me duele físicamente me gusta. Solía correr en resistencia, puedo llegar al punto del calambre y volver, que lata lata lata cada miembro de mí, abandonar las ideas y solo sentir: el cuerpo es todo, mi campo de batalla y placer, sostén del viaje, difusor de sensación. Cada estímulo el gran desplazamiento. Volver a mí por vos, a través de tu mano o de tu boca, puente o túnel, sin palabras, la comunicación del respirar, gemir, sintonizar, aullar.
Te dedico este dolor físico brutal que se abre en sonrisas orgánicas, naranjas, celulares.



17.
No me alcanza un minuto, ni una hora, ni un siglo. El tiempo no sirve. Lo lineal me rebela, me escandaliza, qué es andar en línea recta, cómo, no sé, no es verdad, una imposición de calendario, unos números que alguien inventó. Yo digo que existe un "minuto" infinito y es nuestro, que nos incendiamos de amor y el fuego nos reinventa, y somos nuevos, lustrosos, pelaje suave y tupido, animales felices. Que nos revolcamos jugando, nos preguntamos creando. Que tramamos letras mágicas como hechizos, que es posible, que se vive en espiral, que hoy siento más que a los 18 y este cuerpo es para explorar. Se abre inevitable, te recibe, nos encontramos. No hay tiempo que valga, solo un espacio azorado, atónito por nuestra presencia de fuego, de lenguas que hacen remolino y se alientan, que conjugan verbos que chocaron y se fundieron cuando nos tocamos. La traducción de lo íntimo es mirarse largamente y hacer un puente, un hilo invisible que nos conecta no importa dónde ni cuándo. Si vos tirás, ahí estoy. Resguardo para siempre.






Karina Macció, 2014.
Del libro Dedicatorias.


jueves, 8 de enero de 2015

Gervasio Monchietti reseña "Relámpagos", de Jan de Jager

Un libro para el lector salteado



Relámpagos es un libro álbum, contiene poemas, cuentos y diversos textos breves de una variedad sorprendente. Su carácter fragmentario lo vuelve, a la vez, una antología, una bitácora de notas, una serie de juegos. El humor hacia ciertos gajes del oficio y la reescritura aparecen como un guiño permanente a lo largo del libro.




Es ideal para llevar de viaje, sobre todo cuando no sabemos si tendremos ganas de leer poesía, narrativa o ensayo. El libro participa de todos esos géneros a la vez. Tiene el humor de los Ambages de César Fernández Moreno, el trato amable con el lector de Macedonio Fernández y la inventiva de Max Aub.




El funcionamiento de los textos que propone Jan de Jager se parece mucho a lo que Fernández Moreno dice sobre los ambages: 




"... me parecen maquinitas de pensar, encendedores del sentir; me parecen piedritas, toquillas de la laguna de Chascomús, donde pasé mi infancia. O quizá, evitando la dureza de la piedra, aunque sea recordada con nostalgia, podría decir que los ambages son como vacuolas o células, como globitos de carnaval llenos de aire o de agua (esto también es Chascomús para mí), como chicles inflables pero no de goma sino de lenguaje, que es más elástico aún”





También es un libro para viajar porque su diseño invita a mirar. Recursos de la poesía concreta, tipografía de diferente cuerpo y dibujos, acompañan la edición. En una palabra, un juguete para chicos grandes. 


Gervasio Monchietti

sábado, 3 de enero de 2015

Enredo - Axel Levin

Enredo


Hilos

de transparencia

que se desnudan

en cristales

zafiros

de espera

de luna oculta

hilachas

entrelazándose

por el cuerpo


Un giro de luz que se bebe a sí mismo.


Eso que desaparece al ser pronunciado.

El material con el que nos hacemos viento.


Telar de nuestro yo.

Nombrando es como unas manos lo tejen.


Axel Levin, Palabras que nos nombran.
Viajera, 2014.

María Louceiro