atravesarla, densa, una nieve, la nieve densa, endurecida
urdiendo ingenuo un camino de regreso, el camino de re-
greso, al cabo del desastre, acaso en la espera al fin, hacia
el fin de un camino en regreso, un encuentro, el encuentro
propiamente iluso, tras la nevada de un cielo ya caído, un
pretérito cielo ya caído, el cielo, y urde sin embargo a su
pesar un camino de regreso, el camino de regreso en que
la espera, al cabo del desastre, es apenas una puerta, la
puerta abierta, la puerta en que ábrese un desastre otro
tal cual quien llega a casa, bajo un crepúsculo azulado
ennegrecido de un cielo negro sobre julio, en que cae
ya nieve atroz sobre la frente lila claroscuro, tibia aún
tras un besar verificado en lágrimas profusas, la frente
hundida en sueños, en su tibieza a punto del apague:
resplandecía aún clara en gestos tu palabra, la palabra:
nos fuimos lento al cabo del desastre, en el irreflexivo
circadiano ritmo de los sueños, tal un urbano suceder
el indetenible suceder de un ritmo, el ritmo que no cesa
ni al cabo de un desastre, el desastre de un feroz apague
el feroz apague de lo amado: así el gesto de un hombre
gesto del hombre ya perdido en gemidos, tal un murmullo
de un agónico animal sin habla, murmullo del agónico, sin
habla, rostro asesinado por la vida misma cuando rompe:
rómpese un rostro ante la vida, tal un soldado urdiendo
ráfagas feroces de ametralla, tal cual estallos en la noche
la noche absurda de hora cero sin cordero, paz ni hossana
pasible alguna de oírse, pues alto cielan de fulgores varios
bajo un velo de piedad, tal cual la nieve no abajada nunca
triste el velo de piedad tal cual la nieve en una frente ya sin
sueño, la frente hundida ahora en doble sueño incontrastable:
nos esfumamos de esta tierra, sí, en soñados paraísos alojados:
habrá de amarse de acuerdo a lo jurado acaso hasta una nieve
intempestiva en la frente ya sin sueños: habrá, pues, resignación
la resignación del que resígnase al abrazo, abrazo maternal ahora
hundido en el profundo polvo de la tierra, en el sombrío anexo de
la tierra, aun tras sólidas plegarias, hosannas nunca oídas: avístase
pues el retal intacto a pesar de todo, en el ocaso níveo y azulado
exacto dolorosamente como un zafiro oscuro, tal cual Ophélia
blanca, flota sobre un río negro, el río negro incontrastable, ya
cubierta en juncos, en ramas invernales, pasa fantasmal como un
fantasma bajo lluvia, tal cual un lirio arrasado en la corriente negra:
al cabo del desastre un regreso helado esperaba y tortuoso: la vida
de una frente hundida en sueños, la tan amada frente en sueños, ya
en tierra, contraria a Ophélia, la vida maternal hundida para siempre
Ignacio Uranga, Materna.
No hay comentarios:
Publicar un comentario