por Rubén Sacchi
Sería sencillo decir que ranamadre es
un libro acerca de la madre y la maternidad. No estaría equivocado,
pero seguramente simplificaría la complejidad de la poética de Nadina
Tauhil.
Los versos “Porque las madres somos/ así protectoras”, serían una prueba de ello, pero la maternidad conlleva otras cuestiones. No está ausente el mensaje edípico: “Las ranamadres no sólo pierden a sus hijos, también pierden la piel: quedan en carne viva”, “los que alguna vez fueron mis hijos (...) volvieron a mi útero”; además del cambio de rol y el consecuente temor al crecimiento: “ya no queda nada de mí en la bolsa/ me asfixiaba/ me fui” y el rechazo al diván: “no quiero que miren mis cicatrices/ que miren para atrás y lean/ todo eso/ que yo no quiero
Los versos “Porque las madres somos/ así protectoras”, serían una prueba de ello, pero la maternidad conlleva otras cuestiones. No está ausente el mensaje edípico: “Las ranamadres no sólo pierden a sus hijos, también pierden la piel: quedan en carne viva”, “los que alguna vez fueron mis hijos (...) volvieron a mi útero”; además del cambio de rol y el consecuente temor al crecimiento: “ya no queda nada de mí en la bolsa/ me asfixiaba/ me fui” y el rechazo al diván: “no quiero que miren mis cicatrices/ que miren para atrás y lean/ todo eso/ que yo no quiero
decir”.
El cantautor Moris decía: “estoy muy encerrado en mi prisión de carne y hueso”,
quizás sea el sentimiento de una madre mientras toda su atención se
centra en ese cuerpo, que es muchos cuerpos, cuando la sexualidad pasa a
un segundo plano: “quiero ser muñeca/ de ojos azules/ y levantarme el vestido/ y tener las piernas cosidas// nada entra y nada sale”, sólo queda ese “temor agazapado/ en lo más hondo de mí”.
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