Karina
Macció, Buenos Aires, 1974. Escritora, ha publicado Pupilas Estrelladas,
Ferina, Lestrygonia, Impresos en rojo, La Pérdida o La Perdida, y Diario
de la Transformación. Dirige Siempre de Viaje y Viajera Editorial.
facebook/karinamaccio
@karinamaccio
Aquí el bonus track para Eterna Cadencia: una escena de La Pérdida o La Perdida:
¿Qué es esta
sensación ambigua?
(¿Qué es esta pregunta tonta?
tonta como yo,
"tonta"? ¿Es tonto
el preguntar? Y sólo así puedo
escribir, preguntando, indagando
-otra forma de decir: meter la daga adentro, adentro, hasta el
fondo, presionar fuerte para sentir de verdad? ¿para qué?) Sumergida estoy en algo
que no sé que me
posee como si me desollaran y me volvieran a llenar, y cada vez, distinto el
contenido: yo significante muerto, yo sentido pleno, yo
viva en un éxtasis irrealizable. Y a la vez, producido cada vez en mí
sola, como si fuera un rebote, como si tanto sentir pudiera aprehenderse
sólo de rebote, al cabo de un tiempo, no en ese momento, no
ahí, siempre más allá, más allá donde no llego con la mano y
tampoco con el pie que en ese intento frustrado se acalambra (de repente te
veo incorporarte hecho
un alambre y tu
apoyo no te sirve y el mío tampoco y no puedo dártelo y contemplo la escena
como desde afuera, pero adentro bien metida, estoy, y desde afuera te
veo levantarte sin poder pisar, t a m b a l e a n d o, y tanto quisiera poder
hacer, tanto quisiera tanto que no sé qué se puede en estos
casos, qué no, y qué se supone que hay que, es la pregunta
en realidad ¿qué hay? ¿debo algo? ¿tengo un rol? ¿cómo usar máscara con quien
artificia mi desenmascaro? Y entonces todo se vuelve una maraña compleja,
embrollo inescrutable, insostenible)
Este juego de pares
que se aman y se desaman y en el entramado que inconscientemente idean, me
pierdo, no me ubico, no sé funcionar, no sé ser yo, con ácida pasión removida
la máscara, debajo no hay nada, la carne muerta también, estupefacta, quebrada
en diversas muecas incongruentes que compiten entre sí y no deciden -no
dicen- nada.
"Tengo que
elegir" me decís, lo repetís, y reverbera en mí estocada, es tocada,
soy tocada y turbada, sacada de mí de nuevo, puesta a ver que eso enfrente
también me dice, pero no me dice algo, me dice a mí, o diría "me dice
me", díceme él, el lenguaje y su lengua, que conozco ya, protuberante, díceme,
entonces, el oír es una sentencia, el látigo del tiempo que pasa y cae
entusiasta en el martirio nuestro, nuestro desgarro no dicho, ya dicho
pero por lo mismo callado, porque tenemos (o tenés) esa forma de decir para
desdecir, de borrar a medida que pronunciás, de articular lo imposible para que
luego sea un posible sórdido, incierto, enlodado, un posible-imposible, y desde
ahí, salir caminando es como si te hubieran puesto brea en la planta de los
pies, adheridos al suelo que también tiembla, les duele paralíticamente
moverse ("Se
me durmió un pie" pero los dos
sabemos que es una frase venda, curita, emparche de la imposibilidad de salir
de acá, de qué lugar si al menos
supiéramos cuál es
dónde quedó el
mapa si existe
todo parece tan
irreal)
Casi nos InCeNdiamOs,
y con nosotros, con ese nosotros que mostró de nuevo su ilusionado ser que
nunca es, casi nos vamos con casa y todo, y nada nuestro ahí, nada, porque no
nos pertenecemos (¿o sí?)
porque no nos correspondemos (¿o sí? ¿o es tan obvia la
correspondencia que casi un afán literario nos obliga a complicarlo, a
traicionarlo, a probarlo con torniquete para saber su cierta resistencia?) porque no, no puede ser lo que no
es y sólo juega a ser. ¿No
se trata de eso acaso? ¿No te sabe
a juego?
¿No te parece, al
final, un poco hueco? ¿No te
hace ruido? (y sin embargo, nunca podría fingir semejante latido desbocado, tu
pecho contra el mío, el aliento compartido, la mirada perdida en el cruce, un
beso largo sin tocarse, un beso negro de pupila estrellada, un imperceptible
gesto del labio, eso tierno que se abre en el abrazo fuerte, ese entrarse sin
querer, y queriendo nada más que eso, todo el tiempo, entrarse,
todo el tiempo, desde la palabra hasta la uña y el sudor que apenas surge y ya
se confunde)
Ese resabio
(reignorante) de extrañeza incómoda que impide al cuerpo ser cuerpo, suyo
propio Alienado se encuentra,
sorprendido, congelado en el desconcierto dulce y ácido.
Podríamos haber
muerto y con todo, no me habría importado. La
mutilación podría haber sido infinita y no logro volver al momento (el segundo
cuando nos invadía el olor a quemado y yo soñaba que cocinaban cerca mío) no
logro volver y que me importe.
No logro hacerlo
real. Vuelvo y floto. Es de nuevo esa sensación:
estoy, y yo y mi boca se abren en una risa que no puedo parar, y casi de
inmediato se vuelve una piedra intragable que luego es cadena tirante en mi
pecho, en mi panza. Al borde, en el principio, rozando el fuego (casi puedo
sentir cómo se van borrando mis huellas digitales a medida que me expongo más y
más, arden confundidas mis extremidades y yo, en algún lado, abro la boca en
una O que no distingue placer y doler)
Podríamos haber
muerto y no sabemos qué hacer con el tiempo que hay
-poco-: corremos contra él, hacia él, lo perseguimos, lo atacamos
todo-el-tiempo (contra el tiempo todo el tiempo). Somos guerreros
"aguerridos", como te gusta decir (sí, ya sé cómo te gusta
decir, conozco tus palabras y tus tonos, y podría pensar que los sabía desde
antes, cuando no te conocía, y sin embargo, no, no podría afirmar que de
verdad te conocía, no, porque ahora te escucho en mi cabeza y repercutís
por todo mi cuerpo ¿no es eso, en realidad, dejarse entrar?)
¿Qué es lo real?
¿elegir? ¿morir? Nos desorientamos ¿Qué
hay que hacer?
Entonces me doy
cuenta de la cárcel que nos tramamos (¿y si nunca nos amamos?
Este constante ir y
venir, de vos a mí, de mí a vos y la cuerdita en el medio, más o menos tirante,
y el probar, juguetear, abusar, ¿y si todo este conjunto de acciones más o
menos inconexas no tuvieran nada que ver con el amor?)
Entonces la locura.
Entonces el experimento mutuo. Entonces es tramar, los colaboracionistas
que somos escriben una historia alternativa y pretenden hacerla pasar por real.
Piensan que nada se pierde dado que la Historia sigue su curso. Ellos
garabatean al borde a ver si se abre un poco y los deja entrar. Se quieren
colar, pero tampoco se trata de derribar paredes, de iniciar la lucha armada
poniendo bombas, ni siquiera de quemar todo (eso fue un error). Se trata de
escribirlo, de acumular letras hasta que la bolsa rebalse y el exceso derramado
se vaya acomodando (solo, sí, dejamos actuar al sistema, y éste tiende a su
propia conservación, a la producción del sentido, oh sí, el sistema nunca se
rompe -solo nunca se rompe, se niega todo el tiempo cualquier fisura, se
niega hacia afuera y hacia adentro, inmediatamente las incluye y las repara, y
vuelve a ser perfecto, inmutable- y como si se tratara de una galletita de la
fortuna entonces -finalmente, ¿el Destino? ¿no era que lo hacíamos Nosotros,
los Inquebrantables, los Hacedores? ¿nosotros?- va explotar
-¿o nos animaremos a romperla?-
y va a decir qué tenemos, o qué vamos, a haSer)
Podríamos haber
muerto, pero aún antes de eso -pura potencialidad en
el humo insinuada, pase de manos invisibles que juegan a mostrar, a asustar- al
pensar en el fin del amor, cómo se acaba el amor, te lo pregunté, bueno,
no, no te pregunté, fue más bien una afirmación, pero había una pregunta
adentro, el corazón era una pregunta, y dentro mío era un ahogo que paralizaba
mi tronco, y salió algo así como "Qué feo cuando se acaba el amor
¿no?". Pero te digo, te repito, a lo que yo iba era a preguntarme ¿Cómo se
puede acabar el amor? ¿No es acaso infinito? Y si no es "infinito", finito
no puede ser, porque yo lo siento amplio, ancho, todo con a y con o
y con erre arrastrada, rugiente, león que no cierra la boca, que
ronronea en su respiro, que muestra los dientes todo el tiempo -pero
fijáte que dijiste "yo lo siento", yo, que soy ésta que sigue
escribiendo, dijiste "yo" y no es "vos", no el otro, no él,
no el amado, sino "yo", "yo lo siento" es tan en vos que
carece de sentido, no de sentir, carece de lo que se puede cerrar, pero para
vos, en vos, o yo, pero no en otros. Es probable que el
sentir sea imponderable y siendo el amor un sentido, porque lo tiene y cuando
está adentro es definitivamente sentido, entonces, puede ser que sea finito.
Aunque claro, dicho y hecho finito, escrito finito, como estas
palabritas que se van alineando, pero no en el sentir, no el sentir de "yo
lo siento"-... Pará. Un minuto.
¿Se trata de una
disculpa? ¿Estás pidiendo
perdón? "yo lo
siento" ¿Por qué?
¿Quién se murió? (yo-vos-nos-el-amor) ¿No es lo que se dice cuando alguien se
muere? (¿Qué se dice
cuando algo se muere?)
Entonces vas a
hacer que ésta sea tu galletita de la fortuna, ésta tu oblicua forma de
penetrar el sistema, sacarle algo y volverlo a sellar, tan impermeable, tan
liso, tan claro.
"yo lo
siento" ¿y cómo sigue? ¿o sigue sin seguir? ¿sigue una parte y otra no?
Porque algo sigue y algo no. ¿Por eso lo sentís? ¿Por eso te estás disculpando?
(aún no queda claro ¿te estás disculpando? ¿qué es lo que sentís?). Entonces
sos de las otras, o de los otros, de los que pensaban, como él, que te dijo que
no pero después siguió armando su sentido con que sí, con que el
amor se acaba, siempre se acaba, se acaba todo el tiempo (¿y vuelve a
empezar?) no hay nada que sea más finito, duro pero finito, y en definitiva su
fineza resistente se rompe, porque las cuerdas, aunque sean de acero, se pueden
cortar, aunque sean umbilicales, se pueden cortar, es cuestión de tijera y
lugar adecuados, es cuestión de saber por dónde... por dónde cortar, acabar,
volver a empezar...
Podríamos haber
muerto y no me habría importado. El momento era todo:
una vida. La secuencia condensada, máxima intensidad: una cena compartida, una
caricia, un proyecto, una discusión, una ruptura, una enfermedad, una muerte
lejana, un hijo, una cama, una respiración acompasada, un tocarse inagotable,
un sueño, un viaje, un resucitar el cuerpo huido, apelmazado al otro, un
levantarse sin luz y esperar de nuevo el momento de volver a verte (luz,
cámara, acción) y hasta ahí, otra secuencia, la "real", la que todos
ven, que se presenta fácil, idiota, plástica. Sabor a nada. Remota. Inercial.
Ausencia de estómago. Sangre de pez. Tumba transparente: deja ver el cielo más
celeste, más diáfano, marino, y vos, vos, vos no estás. Yo tampoco.
Podríamos haber
muerto. ¿Lo hicimos? ¿Es esta sensación ambigua que me
quema?
(¿morir? ¿sentir?
¿amar?)
"Tengo que
elegir", me decís me digo me desdoblo me desdigo me pregunto me persigo me
recurro me despido Pido (time out) Pido
¿Me pedís? ¿Piedra libre? ¿Qué? Una vida posible Una muerte esperable
Sin el muerto Podríamos haber potencia doble condicional
¿a condición de
qué? ¿del tiempo? ¿del nos? ¿del
sí? ¿del son?
Armar la trama del
Amor: Cortar la erre sin traumas
habe
El pájaro atrapado.
Revolotea. Se hace sentir. Se tiene. Es. Hay.
(cortar los
barrotes, no las alas las piernas)
Mi estomágo arde.
Mi garganta. Mi cabeza. Mi pecho.
(soltar, perder,
encontrar)
ave (hola)
eva (otra)
(la transformación:
la sensación revolucionaria encarnada)
(fénix: respuesta
fugaz)
(incendio: pregunta
insistente)
hay
ay
ya
No hay comentarios:
Publicar un comentario