domingo, 11 de agosto de 2013

Sobre malapalabra de Cecilia Maugeri.




En busca de la definición del “yo”, estos poemas preguntan, indagan, desesperan y vuelven a empezar. 
La forma es un problema (otro más). ¿Quién soy? puede refrasearse en ¿Qué forma tengo? Pero si la forma permanece, se vuelve falsa, anacrónica, mortal. Y si no permanece, se trata de una diversidad de formas que sólo pueden girar en perpetua transformación. ¿Qué forma tengo? puede también preguntarse como ¿Cuál es mi palabra?, o, haciendo eco en Borges y en Pizarnik, ¿Cuál es mi nombre? El nombre propio, el que me contiene y me dice por completo, el nombre propio, el divino, ¿existe? ¿Existo? Así lo dice esta voz: “soy una/ una persona, así nomás/ así de básico/ y las veces que no, se complica/ cuando no soy una/ –somos dos en juego–/
resulta que no puedo encajar / y me vuelvo piezas/ me reacomodo/ como ahora, cuando escribo/ me vuelvo ficticia”.
Por eso, la “malapalabra” no es una, son todas las palabras. Es la “bolsa de gatos” de la lengua, que incluye todo lo que decimos, sentimos, pensamos (todo lo que somos). “Las palabras son bolsas adonde van a parar encrucijadas/ que dejamos de precisar/ y sin nombrar/ y sin nombrar/ vale todo:/ vale que digas una palabra y yo escuche otra/ distinta o contraria/ vale que yo diga una palabra, dos, tres, y vos escuches siempre lo mismo.”
Los poemas de Cecilia Maugeri buscan desentrañar esta contienda, y lo hacen a través de la indagación íntima, del re-planteo radical del ser y el hacer, de la dolorosa comprobación de que vivir y decir son muy diferentes, de la leve esperanza de que la palabra poética sea capaz de mutar –cada vez que se lee y para cada lector– y entonces adquiera sentido y esta “sujeta” no sea “capturada y muerta”, no sea “invisible” ni “ficticia”, sino una persona, una mujer, una bruja, un corazón valiente, un nacimiento, un nombre (“sincerely yours, Cecilia”), un origen, otra lengua, magia de infundir vida, de transmutar, de hacer sentir.


Karina Macció.




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