domingo, 12 de octubre de 2014

Axel Levin - entreparéntesis

entreparentesis

No es temprano, ni la mañana, ni me acabo de despertar. En realidad, es la tardecita, y el aire tiene esa sensación de ficción que solo se logra en estas horas. Pero el mate está igual, bien rico y amargo, con un poco de jengibre, marcando el fluir del tiempo. Torta de zanahoria, intercalando un mordisco, interrumpiendo.

Cuando me desperté me prometí escribir, lo sentía, era el momento, y no pude. Ahora lo hago, sí, pero más como una nostalgia de lo que podría haber sido. Una repetición de lo que no fue.
¿No se dio así todo mi día, acaso? ¿Porqué no pude escribir a la mañana, por qué? ¿No habría sido todo definitivamente distinto?

Para ser sinceros ni siquiera lo intenté. Dudé un instante, y me rendí a ese gesto fatal. Como si supiera que estaba entrando, irreversiblemente, a un escenario sin luces, y me sirviese de ello para negarlo.

Lo cierto, es que no puedo caer en la ingenuidad del efecto mariposa. Precisamente, porque creo en ello, en el eslabón con alas, hasta tal punto que yo, a veces, como ahora, me siento una. La mariposa del cuento que no escribí. Viviendo el día a tientas, haciendo exactamente cada una de las cosas que hice hoy, engañado. Esos bichos solo viven un día, ¿sabés?

Por qué no escribí a la mañana, por qué. Lo habría sabido. Necesité toda la tarde, y ya pasó, el día ya pasó, y el tiempo no se repite, nunca.
Al menos ahora, con las luces apagándose de verdad, cierro el paréntesis que abrí sin darme cuenta. Para que este que fui muera, y sea solo un eslabón.




Axel Levin, Palabras que nos nombran.
Viajera, 2014.


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