Mauricio Dreiling: Mirando a través del Vidrio
Por Silvana Coppini
Mauricio Dreiling es un economista nacido en Gualeguaychú, provincia de Entre Ríos, que reside en Buenos Aires desde hace cuatro años. Vivió un tiempo en la ciudad de La Plata, lugar donde se formó en su profesión y se graduó. Pero llegó un momento de su vida en el que sintió dentro suyo que había algo más allá de su carrera que debía dejar de posponer. El miércoles pasado, Mauricio presentó su primer libro de poemas titulado “Vidrio” en el Centro Cultural Matienzo, de la mano de Viajera Editorial. Economista, escritor y actor, nos muestra su humanidad para dar cuenta de que arte y profesión pueden ir de la mano.
¿Cómo se combina la economía, la literatura y el teatro en tu vida?
Durante mucho tiempo traté de encontrarle una respuesta a eso. De alguna forma descubrí un equilibrio. Tal vez lo que aprendí de economía es una manera de ordenar mi cabeza y de hacer un montón de cosas; una manera de meter un poco de racionalidad en cosas que por ahí no la tienen pero que a veces la necesitan. Organizar para lograr algo.
Pero mi amor es el arte, amo actuar, amo escribir, toda la vida lo hice, mi primer libro lo escribí a los 7 años como regalo del día del padre. Para mí es como una cosa que llevo en el alma. Después prioricé una cosa sobre la otra porque, viste que, la vida te despeina y no siempre es la que más te gusta; hasta que entendí en un momento que no se trataba de priorizar una cosa sobre la otra sino equilibrarlas. Que uno es uno y que todas esas cosas que uno hace son parte de uno y que hay que encontrar el equilibrio.
¿Sentís que lo prolongaste un poco?
Me costó mucho llegar al equilibrio, por eso quiero mantenerlo, me esfuerzo todo el tiempo por hacer la cosas bien. La idea es hacer algo con lo que me sienta pleno. El área en la que me especialicé es economía y finanzas; trato de hacer las cosas de la mejor manera en esa área, me costó llegar a ese punto ya que me hacía ruido no darle bola al arte y cuando encontré la forma de hacerlo y embarcarme en el proyecto del libro, fue un quiebre y una vuelta de tuerca en mi vida muy positiva.
¿Cómo te embarcaste en el proyecto del libro?
En realidad siempre tuve la intención de hacerlo, siempre tuve la espina de juntar todo lo que escribo a cada rato en papeles sueltos y ordenarlos. Empecé a hacer un taller con una mujer muy talentosa llamada María Negroni, que da clases en la Universidad Torcuato Di Tela y en la Universidad Sarah Lawrence. Me hizo una pregunta crucial:
––¿Para qué venís?
––Para destrabar–– le contesté yo.
Al mes que terminé el taller tenía 40 textos escritos, fue un puntapié. El libro que publiqué tiene 113 y llegó a tener 131. Aprendí mucho y tuve como una veta de editor. Este taller fue en 2011, o sea que fue un proceso de 2 años que culmina ahora.
Este libro fue como encontrar un despojo. Cuando tenía quince años quería escribir novelas interminables como las novelas rusas. Pero eso no cuajaba, así que en un momento de mi vida pasé a redactar cosas más chicas como cuentos. Finalmente escribí situaciones narrándolas en cosas chiquititas.
¿Fue como una búsqueda interior?
Exactamente, o sea hay algo en lo que uno transcurre en la vida que se refleja en sus textos, sin hacer autobiografía, no es auto referencial. Sí se habla del “yo”, de la identidad, pero no soy yo, no es vivencia lo que se cuenta ahí.
Tus textos son muy gráficos, ¿en qué te inspiraste?
Ahí entra el teatro. Al hacer teatro, de alguna manera sutil, uno aprende a ponerse en el lugar del otro, no porque se transforme en otro, sino porque de alguna forma presta ––presta su instrumento que es su cuerpo, su forma, su voz, a otra cosa que sale–– sea una improvisación o con el texto de otro autor. Y entonces eso, de alguna forma, me generó como cierta facilidad o entrenamiento para ponerme en otros lugares. Tomo una idea o una frase y la desarrollo de tal manera que parece que fuera de uno o de nosotros o tuya; de tal forma que genera una relación o algo apelativo con el lector, es decir, genera algo con lo que se puede relacionar. Porque cuando uno ve una película o va al teatro, mucho de lo que uno experimenta con esa pieza artística tiene que ver con cómo lo plantee de tal forma que el público se pueda relacionar. Fue algo deliberado implícitamente, se fue dando, de repente encontré un montón de textos que apuntaban a una cosa como muy apelativa.
Mauricio Dreiling y Silvana Coppini |
Tus textos hablan de cuerpos permeables, de tener todo el mundo abajo pero a la vez arriba, ¿qué te motivó a escribir esto?
Surge al observar la sociedad moderna o postmoderna, como se la quiera llamar, hay algo de pensar al otro como que está abajo o encima de uno. No como igual. No estoy haciendo un juicio de valor. Lamentablemente hay casos en los que uno se siente menos o más que otro y esas relaciones de poder se ven en toda esfera, es decir, desde el colectivero que no paró o la gente que te trata mal porque tuvo un mal día, o alguien que te trata bien cuando no esperabas que te tratara bien. Entonces esas relaciones que se van construyendo en algo más amplio, ese mundo, tienen mucho que ver. Observar ese mundo, cómo hago cuando se termina, o cómo me planteo ante determinadas situaciones de la vida, cómo se ven esas complejidades de las relaciones humanas desde la perspectiva de cada uno, hasta cómo cada uno entiende eso. De alguna manera lo explica muy bien Virginia Janza, mi editora, que al final del libro dice que “Vidrio es un libro acerca de ver, de ser visto, de mirar, de ver y mirar, que no es lo mismo, de observar, de dejarse ver”, y todos esos juegos de palabras, al combinarlo con lo anterior, con una sociedad, una persona, las relaciones humanas, tiene que ver; porque cuando uno ve algo, se relaciona con ese algo, entonces el libro, a través de los textos, quedó así. Si bien muchos no fueron inicialmente pensados en ese contexto, o conscientemente generados con esa intención, cuando llegó la hora de ordenarlos nos dimos cuenta de que había algo que apuntaba para ese lado. Es que llega un punto en el que vos escribís y escribís y eso adquiere como su propia envergadura, su propio lenguaje, tiene una lógica interna que hay que respetar. Como cuando actúas, que tenés que leer la escena e interpretarla orgánicamente en función de lo que está pasando, bueno, con la literatura pasa un poco eso. Cuando escribo, cada cosa tiene su momento, su lugar; y cuando lo lees en voz alta y hay cosas que no funciona es porque estás haciendo ruido.
MIrá la nota en Baupres Magazine: http://baupres-mag.com/mauricio-dreiling-mirando-a-traves-del-vidrio/
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