miércoles, 29 de octubre de 2014

domingo, 26 de octubre de 2014

Ting Ting Mei elije un texto de Palabras que nos nombran

Elegí este texto porque me pareció bien representativo de un momento, que considero crucial, dentro del recorrido del libro. De alguna manera, esta prosa poética incluída en la sección paladeando, reduce (reducir no en su acepción de disminuir o limitar, sino en su uso culinario de condensar y resaltar todos los sabores) el poema reduce, entonces, la desesperada revelación del poeta al saberse persiguiendo una quimera. Y es en esta reducción donde la escritura despierta los sentidos, el yo puede recobrar su razón de ser, y la ausencia se transforma en desafío. El texto se llama: bolitanuestra.


bolitanuestra

Lágrima de lo inconcluso. La brecha que nos separa de nosotros se pasea riéndose por los ojos. Quizá haya otro camino que no sea el de la piel desnuda. Pero el sentido de las cosas es parecido a la inercia, y hay que crear nombres para tener un lugar de donde rozarlos. Así se repite la persecución del yo, lo que algunos llaman vida y lo que otros viven porque no saben cómo llamar. Entonces lo inalcanzable está como espejo y lo imposible como ley. Allí abajo estamos nosotros, agachados. Y si alguien se asoma para ver qué estamos escondiendo, no entenderá por qué tanto alboroto por una bolita que siempre se nos pierde, llamada deseo.


jueves, 23 de octubre de 2014

Lleno de vacío - Genaro Patraka

Lleno de vacío

Aquí se acaba la historia, la histeria.

me devolviste mi infidelidad,
la hormiga triste y un anillo de graduación
después vino el después
el carnaval hizo el sotavento en tu sonrisa
el hijo te parió:

Gerardo sonrisa clara
Vino Valeria para dejar sin voz a las palabras

Playón sur, palmar, pandorga

escucharon con los ojos cerrados estos acordes para no escribir nada.
era tan cruel para amar cuando niño,
casi te mato
fue para lo único que me alcanzó…

¡ay! qué fuerte ese trago, como de 96º raspando, pero sin cañita
no recuerdo otro como esenezaradio sin el alcohol,
hubiera sido mejor no degustarlo
se me atoró en el gañote, mis lombrices protestaban
se restregaban contra las paredes de mi intestino, casi uno sin comida
el efecto es vacío puro que me sorbió en un trago,
queda el hueco como evidencia
como boquete,
empolvado
lleno de vacío

15/16vos tenía la madrugada cruda
cuando el argentino se confesó:
¡me cortó el rostro esa mina!
No pienso
esa mina no la exploté yo,
explotó sola en mis manos.

barro al pasado
diferencia?
suma a distancia
aferrado
de lejos la única forma sana de amarte.


Genaro Patraka.
Incluido en La bohemia de los lunes. La eternidad abre el martes.


viernes, 17 de octubre de 2014

estar en el cuerpo - Belara Michán



estar en el cuerpo
debería ser como protegerse
bajo un caparazón
pero
cuando los dedos se entrelazan y caen
como lluvia pesada sobre la nuca
se entrelazan y caen
ocultando –sí y solo sí–
la cabeza
pero nada más




Belara Michán, cuerpoadentro.
Viajera, 2011.




Edgar Degas

martes, 14 de octubre de 2014

Axel Levin en musicalpoesía! (1)

Alguna vez - María Victoria Verzura


Alguna vez
fuiste
Jules Pascin
mi centro
y hoy te miro
con serenidad
con esa actitud
digna de quien ha superado
única visión
el tiempo remarca
distancia de por medio
te hace ver
solo
como a uno más.



María Victoria Verzura, Sentir Óseo.
Viajera, 2010.

lunes, 13 de octubre de 2014

Eugenia Coiro en la presentación de Agua o niño que corre






Ansia - Axel Levin

Ansia


Hay algo de silencio, de burbuja estancada, de espacio que no sabe cuando empieza y termina, de límites que se entrelazan y confunden. Un ovillo que se va formando con lo indeterminado, con el vapor de los sueños, con la duda de quien espera sin saber desde cuándo, con el giro del dado que no sabe más que hacer, o con la gota que tiembla, en el borde, sin poder caerse. Ahí se tiñe lo secreto, el misterio que ansía para no dejar de ser, y agarra al ovillo por la punta, queriendo enredarse en él, tentado como un niño frente al brillo de un metal ardiente. Y tira bien fuerte, y se deshilacha todo, se desarma, cae ardiendo, y se consume.



Axel Levin, Palabras que nos nombran.
Viajera, 2014.



domingo, 12 de octubre de 2014

Axel Levin - entreparéntesis

entreparentesis

No es temprano, ni la mañana, ni me acabo de despertar. En realidad, es la tardecita, y el aire tiene esa sensación de ficción que solo se logra en estas horas. Pero el mate está igual, bien rico y amargo, con un poco de jengibre, marcando el fluir del tiempo. Torta de zanahoria, intercalando un mordisco, interrumpiendo.

Cuando me desperté me prometí escribir, lo sentía, era el momento, y no pude. Ahora lo hago, sí, pero más como una nostalgia de lo que podría haber sido. Una repetición de lo que no fue.
¿No se dio así todo mi día, acaso? ¿Porqué no pude escribir a la mañana, por qué? ¿No habría sido todo definitivamente distinto?

Para ser sinceros ni siquiera lo intenté. Dudé un instante, y me rendí a ese gesto fatal. Como si supiera que estaba entrando, irreversiblemente, a un escenario sin luces, y me sirviese de ello para negarlo.

Lo cierto, es que no puedo caer en la ingenuidad del efecto mariposa. Precisamente, porque creo en ello, en el eslabón con alas, hasta tal punto que yo, a veces, como ahora, me siento una. La mariposa del cuento que no escribí. Viviendo el día a tientas, haciendo exactamente cada una de las cosas que hice hoy, engañado. Esos bichos solo viven un día, ¿sabés?

Por qué no escribí a la mañana, por qué. Lo habría sabido. Necesité toda la tarde, y ya pasó, el día ya pasó, y el tiempo no se repite, nunca.
Al menos ahora, con las luces apagándose de verdad, cierro el paréntesis que abrí sin darme cuenta. Para que este que fui muera, y sea solo un eslabón.




Axel Levin, Palabras que nos nombran.
Viajera, 2014.


sábado, 11 de octubre de 2014

Ricardo Czikk reseña "Agua o niño que corre"

CON PÉ DE PARTO, CON PÉ DE POESÍA
sobre “Agua o niño que corre” de Eugenia Coiro
El libro comienza con mujeres que no pueden dejar de trabajar, pero tampoco de parir. Este libro me ha impactado en cada una de las lecturas -de las continuas y de las salteadas- por su capacidad de sostener, como si fuera una novela, una temática que se despliega y crece. Las mujeres parecen parir, pero están más cerca de desovar. Van hasta el río, incesante como ellas que no interrumpen su trabajo ni siquiera para dar a luz. Dejan caer a sus hijos, caen fetos. Es la caída, como la que nos dejó en la cultura. Somos seres que venimos de una caída originaria. Pero, el texto arranca fuerte, ya que nos advierte que hay niños que nacen muertos, y ellos van directo al río. Los vivos, quedan en la orilla.
Entonces Eugenia va infinidad de veces a la orilla. La primera vez con una suerte de pregunta afirmada o afirmación interrogativa, cuando escribe De modo que esto es la orilla. Una suerte de letanía, búsqueda ritual por la diferencia, el pliegue y el borde, aquello que no sabemos si está aquí o allí. ¿Vivo o muerto el niño? ¿Llegó a nacer o sólo es un feto húmedo sumergido en el agua que corre? Juega Eugenia con la orilla: pregunta sobre el modo en que opera la orilla, afirma luego propiedades de la orilla e incluso se podría decir que la orilla misma es un modo de ser, casi un verbo (yo orillo, tu orillas…)
Pararse a la vera del río, laguna, espejo de agua, implica entender que aunque hayamos emergido del agua - amnios original-, no podemos volver allí. La cultura mediante la prohibición del incesto, conmina a no reintegrar el producto, a no volver al estado originario. Pero, retroactivamente aquel punto en el que nunca se estuvo, se vuelve el ideal inalcanzable y añorado. La naturaleza y la cultura, la creación y la creatividad son pares que no se resuelven y que Eugenia tensa.
Por eso también trae este libro al borde de lo humano. Por ello acude a La metamorfosis de Kafka en el epígrafe a la sección “Niño que corre”. Cuando lo humano se disgrega o se desagrega, aparece un estado no humano que no es animal y tampoco es prehumano. Es el punto en que queda Gregor Samsa en su despertar aterrador: ya no es lo que era, pero tampoco es algo definible, es innombrable por el lenguaje (es monstruo, nunca sabremos en qué clase de bicho se transformó). La autora nos recuerda que el agua bautiza, claro, porque el humano se hace tal cuando es nombrado, bautizado. Antes, como decía Oscar Masotta, somos un “cacho de carne”. No somos animales antes de ser humanos, y después de perder la humanidad no somos animales. Cuando se deterioran las funciones superiores, como en la senilidad, no hay un retroceso a formas anteriores, hay una conversión en una forma de ser aberrante que es también una creación humana.
La polaridad entre crear y criar: es esa pé que se resiste a emerger. Es una pé que titubea varias veces en el texto. Una pé que no se deja parir, pero que tampoco aborta. Es blop blop blop que burbujea en el texto. Hay una mujer que trabaja sin cesar, que quiere parir, pero no sabe si la pé le traerá un parto o una poesía. Es que hay monstruos que la están asolando y desolando. Hay monstruos violadores de la ingenuidad infantil, pero a veces es esa misma monstruosidad que habita en el interior de la piel humana y pretende emerger. Es el retorno de lo reprimido, diría un psicoanalista, es el síntoma que muestra y oculta, es una poesía entonces, que como dice Eugenia no puede ser entendida porque La poesía no es ningún ‘en-ten-di-mien-to’, es algo que quizá deba morir antes de nacer. Sólo habrá alumbramiento poético cuando se renuncie a querer limitar la creación: obra del genio y la inspiración, surge de las entrañas como aquel bebé que es desovado y es producto de un parto trabajoso en que se corre el riesgo de ser devorados por los peligros.
La imagino a Eugenia parada en la orilla sabiendo que no hay otra forma de parir poemas que trabajando. Luego los niños correrán.


Ricardo Czikk, 2014.



viernes, 10 de octubre de 2014

jueves, 9 de octubre de 2014

invierno - Axel Levin

invierno (otro)

La luna se viste de invierno y empieza a hacerse brillo y polvo. Hace frío de café con leche y la vemos detrás de la ventana caer, flotando por ahí con su rastro de recuerdos inconclusos. Así es, afuera nieva un poco, apenas plateado el aire. Pero adentro, en nuestra piel, quizá entendiéndose en alguna cosquilla perceptible, respiran tibios nuestros fragmentos. Aun con la sensación del pulóver o de la estufa el escalofrío nos encuentra desnudos.

Hay algo de melancolía en este aire, algo de incompleto, de duda, de nombres que no llegamos a recordar. Nos interrogamos solos, sin lenguaje ni pretensiones, únicamente para sentirnos acompañados de una pregunta.  


Axel Levin, Palabras que nos nombran.
Viajera, 2014.


miércoles, 8 de octubre de 2014

El baño y el otro lado - Nicolás Di Candia

El baño y el otro lado

No sabía que tenía diarrea. En general no se hace notar hasta último momento. Por eso, cuando sentí la urgencia, al principio no reaccioné. Supuse que podía esperar. Y me equivoqué en el cálculo. Por suerte, me di cuenta del error, pero tuve que apurarme para llegar al baño a tiempo.

No podía perder un minuto. Sabía que no debía dejar que nada me interrumpiera. Era necesario prescindir de todo material de lectura. La urgencia lo ameritaba.

Como estaba bastante lejos del baño, tuve que correr. En el camino abría puertas, prendía y apagaba luces. Mientras, para ganar tiempo, me iba desabrochando el pantalón. Aunque tomé velocidad, me ocupé de tener el suficiente cuidado para no toparme con ningún obstáculo que me interrumpiera el trayecto. Si tiraba algo, lo levantaría al regreso.
Justo cuando faltaban unos pocos metros para el baño, se me apareció un fantasma. Una figura traslúcida vestida con ropa del siglo XVIII, se paró frente a mí y con un extraño acento me dijo: “Traigo un mensaje del otro lado”.
Pero yo no tenía tiempo para estas cosas. En ese momento, lo natural era mucho más importante que lo sobrenatural. Seguí mi camino, pasé a través del fantasma y logré llegar a tiempo al baño. Antes de atravesarlo pude ver cierta confusión en su rostro.
Pasé los siguientes minutos en el baño, preguntándome qué comida podría haberme caído tan mal. Luego de un rato, ya aliviado, tiré la cadena y me acordé del fantasma.
Después de lavarme las manos, lo busqué por toda la casa. Ya no estaba. Tal vez se había ofendido. Tal vez pensó que yo no estaba listo para lo que querían comunicarme. No sé qué pudo haber ocurrido. Y aunque siempre que paso por ahí lo recuerdo, nunca más lo volví a ver.


Nicolás Di Candia, Léame.
Viajera, 2011.


Jan de Jager presenta Relámpagos (II)