Geografía humana, anatomía
natural. La imaginación poética de Eugenia Coiro nos propone un
poema fantástico y monstruoso. La naturaleza es tan humana que
lastima y da placer, mientras que lo humano se construye con
fragmentos del mundo animal y vegetal.
Dos distancias definitivamente
escindidas: el agua y la orilla. Dos sexos separados por un límite:
lo masculino y lo femenino. Dos lugares donde existir: el cuerpo y la
mente. Otros dos, de los cuales partir: la infancia y la vida. Pero
en la línea de la orilla, esos mundos van a encontrarse, per-mutando
sus significados. Ese encuentro necesariamente traerá dolor, como
nacer, como vivir, pero es un dolor exótico y sublime: el saberse
humano nos excluye en cierta medida del ciclo natural. Ser humano es
un poco estar solo mirando la orilla.
El verdadero personaje de este libro
quizás sea la muerte. Pero no la muerte de la carne. Ni siquiera la
muerte como concepto. Sino la muerte como transformación. Como
búsqueda de sentido.
Niño o agua
que corre es un poema que simula una trama. Y Eugenia Coiro nos
engañará focalizando nuestra atención en dos cosas: ¿cómo se
hilvana la historia? y ¿qué es el niño? Cosas que acaso no
importan tanto como sus dos personajes ocultos: la voz narradora y la
enamorada. Es a través de ellas que percibimos al niño/monstruo que
pareciera ser el protagonista de esta trampa poética. Es a través
de ellas que el mundo natural y el cuerpo del otro se llenan de
erotismo y sensualidad, es a través de esas miradas que la belleza
se hace monstruosa y brutal, y cuando el lector menos lo espera la
enamorada vuelve a ser niña:
De modo que esto es la orilla.
Algo parecido al amor me nace
algo apenas roto.
Nicolás Pazos, 2014.
Karin Godnic |
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