La búsqueda
Estamos
buscando algo sin nombre.
Como si el universo
fuera un pajar
un inmenso pajar perdido
en una aguja.
Buscamos una virtud que
brille en mitad del vicio
para evitar que el tiempo
desangre y devore lo inocente
como una oruga obesa
implacable
mórbida.
Hoy estás acá, pero no
siempre.
A veces no sos lo que
quisieras.
Respirás por debajo
de la capacidad de tus
pulmones.
Sos una
caricia venenosa que se hiere a sí misma.
Entonces asisto a tu
martirio autografiado
como si fueras un
atardecer sanguíneo.
No quiero que pienses que
voy a permanecer impasible
frente al daño que te
hacés con las palabras
esas serpientes blancas
escondidas como flechas en
la niebla.
Sin
embargo, a veces no puedo evitar pensar igual que vos
el vocablo preciso
la soledad a cuestas
el reclamo inconcluso.
Yo también estoy
desesperado.
Arrastro el cuerpo sobre
púas de trincheras embarradas
y no sé dónde
queda el norte o el sur.
Por eso sentís que ya no
sabés quién soy. Porque me ausento. Porque no voy a estar acá
el día de tu muerte, a
menos que nos encuentre abrazados.
Dejame pasar. Quiero
entrar. Te lo pido.
O quizás querrías dejar
en una taza escondida en tu alacena de jarrones y búhos
tu marca labial
para que yo la reconozca
y así emprender
un viaje de regreso en peldaños sutiles
volver a enamorarnos con
señales y ojos adolescentes.
Yo dejaría una rosa
sobre la cama. Una rosa roja sobre la cama tendida
pero no sé si
quisieras permanecer conmigo en esa tierra que abandonamos hace
tanto.
Aquella
noche, cuando el reloj estalló y las sábanas se
humedecieron hasta escurrir
y el gemido continuo
despertó a la gata y a los seres inanimados de la casa
a cada búho de cerámica,
los jarrones y los espejos
las sillas, las mesas, los
cuadros y hasta los artefactos del baño
tampoco ahí, ninguno
de los dos
dijo te amo.
Estoy cansado de
pelear con tu lengua.
Que al lanzar
las palabras al aire
signifiquen tantas
cosas diferentes
como si no fueras, acaso
la otra cara de una
misma moneda.
La cara
que abre la boca y canta
y habla
y llora
esperando, como yo, un
silencio.
Estamos cayendo.
Estamos cayendo por un túnel húmedo.
El agua putrefacta
permanece bendecida
por algunos peces
pequeños.
Una ballena pasa de a
ratos y engulle el krill de la angustia.
Eso me esperanza.
A veces la gata pregunta
por mí.
Le contestás que estoy al
caer, pero no quiero hacerlo sobre vos
como un náufrago que te
hunde para salvarse.
Ni mezclar tu voz con la
mía con tal de no oírte.
Por eso pongo en la orilla
la débil luz de una lámpara de agua
como si fuera una estrella
que viaja.
Ese cometa merecería
tocarte.
Merecería partir tu
corazón en dos mitades perfectas, lustrosas
una a cada lado de la
historia.
Los recuerdos son
pies que no caminan pero aplastan
tampoco esperan que estés
menos sensible.
Me cansé de pedirte que
no me buscaras en el tarot.
Que me preguntes a mí
dónde estoy
¿te acordás?
Ya no sé donde estoy.
Creo que me perdí en
alguna bocanada de humo.
Me cansé de pedirte que
no fumés después del amor
es el momento de abrazar
al otro
y proyectar el futuro. El
momento más débil y sagrado.
Pero no voy a hacerte
reproches. Prefiero seguir buscando algo imposible de mirar.
Una gorgona de cabellos
horrendos que me haga salir corriendo a buscarte
donde todavía no hayas
llegado.
O quizás un palacio de
columnas jónicas blanquísimas
un patio de mármol a
cielo abierto
donde me veas y recuerdes
cuando andábamos unidos por el centro de los cuerpos.
Pero no sé. La tarde se
fue. La gata maúlla y vos no le prestás atención.
Sabés que ella ve y
conoce las cosas como yo.
Aunque ahora no hay
ceniceros esparcidos por la casa
quizás es señal de que
algo está cambiando un poco.
Hoy arreglé la canilla
que perdía. No fue sencillo.
El vástago no se consigue
tuve que hacer que
tornearan uno nuevo.
En el fondo conozco tu
respuesta a mis pequeños esfuerzos.
Nada alcanza para rearmar
los pedazos de lo que rompió el agua.
Tiendo la mano y no te
encuentro.
Y siento el alma flotar
entre los desechos.
Te pierdo y nos perdemos.
Te pierdo y nos
perdemos
te pierdo
y nos perdemos.
Daniel Cáseres.
(Intervención de un poema de Susana Villalba).
Daniel Cáseres nació
en la ciudad de Morón, provincia de Buenos Aires, el 24 de enero de
1965.
Es
analista de sistemas. Trabaja en el área comercial de una empresa de
productos de consumo masivo.
También
es catequista y coordina grupos de formación espiritual para jóvenes
y adultos.
En
el año 2012 su poema “Las Luciérnagas” salió publicado en la
antología Detrás de la Palabra, compilado por César Melis de
editorial Dunken. Esto último le dio el empuje necesario para buscar
un espacio de literatura en donde desarrollar técnicas de escritura.
Fue así como se encontró con Siempre de Viaje Literatura en
Progreso, taller al que concurre desde ese mismo año. Ha leído en
varios eventos literarios organizados por Karina Macció. Su primer
libro de poemas se encuentra casi terminado.