sábado, 15 de diciembre de 2012

Bicicleteada poética. Tercera parada.

En la noche de las librerías
Frente a Cúspide de Recoleta 

LEE: VIRGINIA JANZA




una vez estaba andando en bicicleta cargando las obras completas de borges en la mochila bajaba por pedro goyena a toda velocidad semáforo amarillo una vieja cruzando indecisa la veo atravesada intento frenar la bici indomable por el peso la vieja en rojo y paf entrelazadas sus piernas borges la bici y yo mezcladas en una bola raspante y dolorida la bici encima la rodilla de la vieja sangrante mi cuerpo golpeado las obras completas de borges desparramadas en el asfalto por pedro goyena la acompaño a la señora a ponerse hielo la rodilla chorrea un hilito rojo como un camino de migas de hansel y gretel va quedando atrás yo lo miro y cuando levanto la cabeza me choco al marido que me empieza a insultar y lloro porque me duele el cuerpo y estoy en estado de shock y los dos viejos me miran abochornados

***
una vez cuando era chiquita quise subir con la bici el cordón y no hice la suficiente fuerza la bici no trepó se ve que yo dudé o algo pasó y nos fuimos al piso yo de cabeza la bici al charco una sensación horrible al volar como si los órganos se me fueran de boca todo violeta el aire el piso la sangre que me sale de los codos y la pera y yo lloro porque mi mamá no viene lloro por la bici machucada por tanto golpe tanta vida a los pies





KARINA MACCIÓ LEE A 
OSVALDO BOSSI


A través de los años no hice otra cosa que escribir poesía. Incluso cuando era muy chico y no sabía leer ni escribir. Escribía a toda hora, sin darme cuenta. Cuando las calles eran de tierra y no existían las luces de mercurio.  Cuando mi mamá era hermosa y alegre como un cascabel (lo sigue siendo todavía). En una casa de madera con chapas de cartón. Mientras mi papá salía a juntar papeles de diario y botellas y un sinfín de cosas inútiles en su carrito de botellero. En plena noche de verano y en pleno carnaval. Con mi amigo Raulito, que era la luz de mis ojos. Andando en bicicleta o tirado (¡toda la santa tarde!) en el campito de la esquina, mientras miraba pasar las nubes por el cielo.
En fin, la cuestión es que un día empezó todo. Una palabra trajo a la otra y ésta a la siguiente y cuando quise darme cuenta tenía entre mis manos un libro de poemas. Yo no creo que haya una cosa más rara que un libro de poemas en este mundo. No digo que no las haya, pero en cierta forma, todas las cosas raras terminan ahí. Sobre todo porque el lenguaje de la poesía es un lenguaje común y corriente, y al mismo tiempo es algo que no se puede explicar. Como si uno estuviera hablando con un marciano. Lo digo de verdad, no exagero. Los poetas, de alguna manera fueron (y siguen siendo) como marcianos para mí. Con sus antenas  y su melancolía incurable, hicieran lo que hicieran para disimularlo.

De Casa de viento, Antología personal (editorial Nudista, 2011)


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