En la noche de las librerías
Frente a Cúspide de Recoleta
LEE: VIRGINIA JANZA
una vez estaba andando
en bicicleta cargando las obras completas de borges en la mochila
bajaba por pedro goyena a toda velocidad semáforo amarillo una vieja
cruzando indecisa la veo atravesada intento frenar la bici indomable
por el peso la vieja en rojo y paf entrelazadas sus piernas borges la
bici y yo mezcladas en una bola raspante y dolorida la bici encima la
rodilla de la vieja sangrante mi cuerpo golpeado las obras completas
de borges desparramadas en el asfalto por pedro goyena la acompaño a
la señora a ponerse hielo la rodilla chorrea un hilito rojo como un
camino de migas de hansel y gretel va quedando atrás yo lo miro y
cuando levanto la cabeza me choco al marido que me empieza a insultar
y lloro porque me duele el cuerpo y estoy en estado de shock y los
dos viejos me miran abochornados
***
una vez cuando era
chiquita quise subir con la bici el cordón y no hice la suficiente
fuerza la bici no trepó se ve que yo dudé o algo pasó y nos fuimos
al piso yo de cabeza la bici al charco una sensación horrible al
volar como si los órganos se me fueran de boca todo violeta el aire
el piso la sangre que me sale de los codos y la pera y yo lloro
porque mi mamá no viene lloro por la bici machucada por tanto golpe
tanta vida a los pies
KARINA MACCIÓ LEE A
OSVALDO BOSSI
OSVALDO BOSSI
A través
de los años no hice otra cosa que escribir poesía. Incluso cuando
era muy chico y no sabía leer ni escribir. Escribía a toda hora,
sin darme cuenta. Cuando las calles eran de tierra y no existían las
luces de mercurio. Cuando mi mamá era hermosa y alegre
como un cascabel (lo sigue siendo todavía). En una casa de madera
con chapas de cartón. Mientras mi papá salía a juntar papeles de
diario y botellas y un sinfín de cosas inútiles en su carrito
de botellero. En plena noche de verano y en pleno carnaval.
Con mi amigo Raulito, que era la luz de mis ojos. Andando en
bicicleta o tirado (¡toda la santa tarde!) en el campito de la
esquina, mientras miraba pasar las nubes por el cielo.
En fin,
la cuestión es que un día empezó todo. Una palabra trajo a la otra
y ésta a la siguiente y cuando quise darme cuenta tenía entre mis
manos un libro de poemas. Yo no creo que haya una cosa más rara que
un libro de poemas en este mundo. No digo que no las haya, pero en
cierta forma, todas las cosas raras terminan ahí. Sobre todo porque
el lenguaje de la poesía es un lenguaje común y corriente, y al
mismo tiempo es algo que no se puede explicar. Como si uno estuviera
hablando con un marciano. Lo digo de verdad, no exagero. Los
poetas, de alguna manera fueron (y siguen siendo) como marcianos para
mí. Con sus antenas y su melancolía incurable, hicieran
lo que hicieran para disimularlo.
De Casa de viento, Antología personal (editorial Nudista, 2011)
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