Dolores
Etchecopar, poeta y artista visual, nació en Buenos Aires en
1956. Publicó los siguientes libros de poesía: “Su voz en la
mía” (1982), “La Tañedora” (1984), “El
Atavío” (1985), “Notas salvajes” (1989) “Canción
del precipicio” (1994) y “El comienzo” ( 2010).
Participó en varias antologías. Condujo junto con artistas de
diversas disciplinas, el ciclo de poesía “El pez que habla”, que
experimentó nuevos modos en las lecturas orales de la poesía .
Desde el año 2010 dirige el sello de poesía hilos editora.
Aquí, un recorrido de poemas para compartir:
De
La tañedora:
ORIGEN
Mesa
redonda de confitería
en
la que un niño apoyó sobre sus codos
a
la tristeza
y
miró hacia la calle
Desde
entonces la tristeza no se apoya
y
las mesas no son de este mundo
A
UNA CIUDAD QUE SE LLEVA EN LA SOMBRA
Hay
muertos en la calle desierta
Hay
muertos en el puente y en el bar
Hay
muertos con una sola mano
en
la lenta esquina de la noche
Hay
muertos en la gran hoja del cielo
y
en el rocío sujetan la luna morada de los días
Los
niños vuelven de las plazas
con
una niebla de caballos
en
los ojos de los muertos
Los
insectos devoran el agrio vestido de la hierba
Hay
muertos que cantan una canción de ramas
Hay
muertos que andan descalzos por un jardín roto
y
no les importa el suelo ni el árbol que grita
en
el fondo del aire
***
De
Notas salvajes
LOS
CUERPOS
Pude
haber extraviado tus secretos pero vi una gran manzana podrida en la
cofia del sacerdote. Mi vientre lleva las cirugías de la luz. Mi
hijo extraviado en mis vidas anteriores, en mis muertes, en los
crujidos del bosque que sangra sobre la nieve. Luego salen del bosque
los hombres que abren las bolsas y huyen con los furiosos secretos.
*
Orgía.
Hay tantas marcas en tu aliento de un cuerpo que tuve hace mucho.
*
Entre
las reses y las estrellas había tres prostitutas. La más joven
esperaba a la aurora con un revólver entre los pechos. Pero nadie
sabía nada de la aurora. Pero nadie sabía nada de la aurora.
*
Cobijo
a mi madre. Nunca la vi a plena luz. Su vestido de gasa se oscurece
en las fotos y yo la sostengo en el rocío. Corro mi cadáver para
que ella pase por el espejo. Cobijo a mi madre. Quiero ser la esclava
de la nieve donde persiste su entornada canción levísima bajo mis
pies. Cobijo a mi madre o su rodilla tabú o su mano tabú o su
sonrisa en el borde de otra mujer que se aleja por los siglos de los
siglos. Nodrizas bicéfalas me cuidaron al alba. Levantaron las
tazas, hundieron mi pelo en el agua hasta la orilla del mundo. Cobijo
a mi madre por teléfono (del otro lado ella vuelca mis sonidos en un
pozo). Oh madre mía, o padre mío, he sido vaciada y he sido
colmada. He sido roída, mimada, tramada, separada, sustituida,
succionada, complacida, desalmada, tapiada, carbonizada. Madre mía,
padre mío, he sido vaciada y he sido colmada. Cobijo a mi madre.
Sigo su rostro inmóvil. Ella camina por el bosque adentro de mis
pasos. Pero yo no puedo entrar a la casa de la foto velada. Estoy en
el lugar donde algo formula, fabrica, limpia, tritura, ordena,
adjudica, requiere, almacena y desde tan alto lugar me arrojo porque
ese lugar esbelto hiere mi cuerpo de abajo, el cuerpo que se
desprende de lo hondo, desfigurado por lo hondo, reverdecido por lo
hondo. Cobijo a mi madre. El aire mueve su rostro en el andén.
Alguien vendrá a encontrarla y hará girar en ella el tiempo, otro
tiempo, otro día.
CARTA
A
(Poética)
y
ahora que un gran fuego de palabras
mueve
la campana del desierto
(mientras
unos niños agitan banderitas
en
los patios lanzados por la memoria hacia la noche)
ahora
locamente
te
esperamos
yo
y la cerda chillona
aquí
donde sólo cantará aquel invierno
en
mi boca desaparecida
EL
IDIOTA
Frente
a la cabaña del idiota
pasan
las vías del tren
a
él le gusta que los animales
sólo
tengan ojos para llegar
y
le aterran las bocas
porque
las bocas se comen a los ojos
cuando
hablan
el
idiota enciende la radio
y
la deja sonar a todo volumen
mientras
pasa el tren
él
sólo sabe de la muerte
que
un día ella podría esconderle esos sonidos
tan
hondamente en el rugido de los trenes
en
las bocas que se comen a los ojos
cuando
hablan
***
De
Canción del precipicio:
20
protejo
una mano pequeña
en
medio del mar
aprieto
la mano pequeña
dentro
de ella protejo
el
latido del mar
42
lavo
ropa en la leve tumba
y
el color celeste
y
el color final
los
aleteos los ávidos pétalos
la
iglesia atada a los percherones
sube
la montaña
arriba
cuelgo la preciosa ropa del dolor
***
De
El comienzo:
2
te
quiero hasta el cielo
porque
en lo azul en lo rosado
en
la nube blanca ya no estamos
vos
y yo tan separadas
como
acá tan dolidas
que
cuesta tocar la risa tocar el corazón
y
el cielo está para que yo te quiera
hasta
la tierra
donde
me falta reunir en uno solo
los
dos ovillos los dos colores
tu
hebra y la mía
harán
la trama del tiempo que queda
49
apagón
o música que desorienta
a
los caballos cuando giran la cabeza
está
sentada la tarde
en
una margarita
(las
más pequeñas cosas abrigan)
la
tarde me ordena escribir
con
la punta de la noche
desenterrar
una raíz sin que se muera
escribir
insiste los tumbos las urracas
lo
que sangra por la voz
y
cae de un silbido
que
atraviesa el bosque llamando
escribir
me ordena
no
supe
el
viento en los árboles amasa otro pan
tan
cerca del fin
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