martes, 4 de diciembre de 2012

Dolores Etchecopar en Viajera Visita


Dolores Etchecopar, poeta y artista visual, nació en Buenos Aires en 1956. Publicó los siguientes libros de poesía: “Su voz en la mía” (1982), “La Tañedora” (1984), “El Atavío” (1985), “Notas salvajes” (1989) “Canción del precipicio” (1994) y “El comienzo” ( 2010). Participó en varias antologías. Condujo junto con artistas de diversas disciplinas, el ciclo de poesía “El pez que habla”, que experimentó nuevos modos en las lecturas orales de la poesía . Desde el año 2010 dirige el sello de poesía hilos editora.








Aquí, un recorrido de poemas para compartir:


De La tañedora:


ORIGEN

Mesa redonda de confitería
en la que un niño apoyó sobre sus codos
a la tristeza
y miró hacia la calle
Desde entonces la tristeza no se apoya
y las mesas no son de este mundo



A UNA CIUDAD QUE SE LLEVA EN LA SOMBRA

Hay muertos en la calle desierta
Hay muertos en el puente y en el bar
Hay muertos con una sola mano
en la lenta esquina de la noche
Hay muertos en la gran hoja del cielo
y en el rocío sujetan la luna morada de los días
Los niños vuelven de las plazas
con una niebla de caballos
en los ojos de los muertos
Los insectos devoran el agrio vestido de la hierba
Hay muertos que cantan una canción de ramas
Hay muertos que andan descalzos por un jardín roto
y no les importa el suelo ni el árbol que grita
en el fondo del aire

***


De Notas salvajes



LOS CUERPOS

Pude haber extraviado tus secretos pero vi una gran manzana podrida en la cofia del sacerdote. Mi vientre lleva las cirugías de la luz. Mi hijo extraviado en mis vidas anteriores, en mis muertes, en los crujidos del bosque que sangra sobre la nieve. Luego salen del bosque los hombres que abren las bolsas y huyen con los furiosos secretos.
*
Orgía. Hay tantas marcas en tu aliento de un cuerpo que tuve hace mucho.
*
Entre las reses y las estrellas había tres prostitutas. La más joven esperaba a la aurora con un revólver entre los pechos. Pero nadie sabía nada de la aurora. Pero nadie sabía nada de la aurora.
*
Cobijo a mi madre. Nunca la vi a plena luz. Su vestido de gasa se oscurece en las fotos y yo la sostengo en el rocío. Corro mi cadáver para que ella pase por el espejo. Cobijo a mi madre. Quiero ser la esclava de la nieve donde persiste su entornada canción levísima bajo mis pies. Cobijo a mi madre o su rodilla tabú o su mano tabú o su sonrisa en el borde de otra mujer que se aleja por los siglos de los siglos. Nodrizas bicéfalas me cuidaron al alba. Levantaron las tazas, hundieron mi pelo en el agua hasta la orilla del mundo. Cobijo a mi madre por teléfono (del otro lado ella vuelca mis sonidos en un pozo). Oh madre mía, o padre mío, he sido vaciada y he sido colmada. He sido roída, mimada, tramada, separada, sustituida, succionada, complacida, desalmada, tapiada, carbonizada. Madre mía, padre mío, he sido vaciada y he sido colmada. Cobijo a mi madre. Sigo su rostro inmóvil. Ella camina por el bosque adentro de mis pasos. Pero yo no puedo entrar a la casa de la foto velada. Estoy en el lugar donde algo formula, fabrica, limpia, tritura, ordena, adjudica, requiere, almacena y desde tan alto lugar me arrojo porque ese lugar esbelto hiere mi cuerpo de abajo, el cuerpo que se desprende de lo hondo, desfigurado por lo hondo, reverdecido por lo hondo. Cobijo a mi madre. El aire mueve su rostro en el andén. Alguien vendrá a encontrarla y hará girar en ella el tiempo, otro tiempo, otro día.




CARTA A
(Poética)

y ahora que un gran fuego de palabras
mueve la campana del desierto
(mientras unos niños agitan banderitas
en los patios lanzados por la memoria hacia la noche)
ahora locamente
te esperamos
yo y la cerda chillona
aquí donde sólo cantará aquel invierno
en mi boca desaparecida



EL IDIOTA

Frente a la cabaña del idiota
pasan las vías del tren
a él le gusta que los animales
sólo tengan ojos para llegar
y le aterran las bocas
porque las bocas se comen a los ojos
cuando hablan
el idiota enciende la radio
y la deja sonar a todo volumen
mientras pasa el tren
él sólo sabe de la muerte
que un día ella podría esconderle esos sonidos
tan hondamente en el rugido de los trenes
en las bocas que se comen a los ojos
cuando hablan


***


De Canción del precipicio:


20

protejo una mano pequeña
en medio del mar
aprieto la mano pequeña
dentro de ella protejo
el latido del mar


42

lavo ropa en la leve tumba
y el color celeste
y el color final
los aleteos los ávidos pétalos
la iglesia atada a los percherones
sube la montaña
arriba cuelgo la preciosa ropa del dolor

***

De El comienzo:

2

te quiero hasta el cielo
porque en lo azul en lo rosado
en la nube blanca ya no estamos
vos y yo tan separadas
como acá tan dolidas
que cuesta tocar la risa tocar el corazón
y el cielo está para que yo te quiera
hasta la tierra
donde me falta reunir en uno solo
los dos ovillos los dos colores
tu hebra y la mía
harán la trama del tiempo que queda


49

apagón o música que desorienta
a los caballos cuando giran la cabeza
está sentada la tarde
en una margarita
(las más pequeñas cosas abrigan)
la tarde me ordena escribir
con la punta de la noche
desenterrar una raíz sin que se muera
escribir insiste los tumbos las urracas
lo que sangra por la voz
y cae de un silbido
que atraviesa el bosque llamando
escribir me ordena
no supe
el viento en los árboles amasa otro pan
tan cerca del fin







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