domingo, 11 de mayo de 2014

"Escena final", de Andrea Larrieu (Fragmento)


Pasa la vida y el tiempo no se queda quieto, llevo el silencio y el frío con la soledad. La música metida en mis oídos me acompaña.
Nadie me despidió porque a nadie ya le importaba que me fuera. Quería salir de ese lugar al que nunca volvería, para luego subir al micro y regresar. Allí sí me esperaban, así me había dicho
mi madre al teléfono llorando emocionada. Pero yo estaba triste como esta canción: Se fueron los aplausos y algunos recuerdos, el eco de la gloria duerme en un placard. Tenía la mirada ausente,
escondida, la soberbia perdida en la valija, el orgullo pisoteado por la vida. No quería llorar y me di cuenta de que no quería volver, asumir la derrota, no deseaba perder mis sueños. Sabía que era la única puerta que tenía abierta para vivir sin pasar hambre, sin sobresaltos, sin tener miedo, aburrida, sin adrenalina, sin sueños.
Volver a empezar, volver a intentar. Finalmente no tomé ese tren. Siempre fui testaruda.

La bocina es muy fuerte, despierta al mayor de los dormilones. Miro el tren que llega y se va para el otro lado. El mío no viene. No hay apuro, hoy el tiempo está encerrado y así debe ser. Observo nuevamente el pasillo angosto, viejo y nostálgico. Una madre que sostiene con fuerza a su hijo, camina entre el reflejo platinado. Miro el reloj grande colgado, con el tiempo muerto, mientras empieza una nueva canción.  


Andrea Larrieu, Perdidas y encontradas.
Viajera, 2014.

Steve Mc Curry

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