Grito gutural
El grito
sale de mis entrañas. Grito por fuera y por dentro. Todo mi ser al
unísono. Cada una de las partes de mi cuerpo se unen en este grito
unánime y estremecedor. Nunca había sentido tanto consenso interno,
ni tanta necesidad de expresarlo.
Es un
grito de desesperación que viene del fondo de mí, y también de
otras partes más cercanas a la superficie. Necesito que el mundo
exterior se entere de lo que me pasa, y me cuesta comunicarlo con los
métodos habituales. Y mi cuerpo, frustrado, decide retirarle a la
boca el privilegio de ser el único vocero de sus inquietudes. La
boca pasa a ser sólo un canal para el sonido.
Durante
la vigencia del grito, mi cuerpo vibra. En el espejo me veo fuera de
foco. No veo de dónde proviene el sonido, sólo una masa amorfa.
Pero lo escucho muy claramente, no es posible ignorarlo.
El cuerpo
vibra a una frecuencia tal que pierdo la noción de dónde estoy.
También pierdo la noción de cuál es mi boca, porque las distintas
partes del cuerpo están funcionando como bocas múltiples, que
generan cada una un sonido igual al de las otras. Es un gran
estruendo que se retroalimenta.
Los
decibeles me empiezan a hacer mal. Trato de taparme los oídos, pero
no los encuentro, están convertidos en bocas. Se aturden a sí
mismos. Quiero cerrar la boca y lo logro, pero todas las demás
quedan abiertas y sólo sé cerrar la regular. El ruido que sale de
mí me envuelve y me atrapa. Termino preso de él. El grito me traga,
me digiere y me desintegra. Queda el sonido solo, tronando cada vez
más fuerte, marcando el contorno de lo que fui.
Nicolás Di Candia, Dos Bocas
Próximo título de Viajera.
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